sábado, 23 de marzo de 2013

Los consejos de la Presidenta al Papa. Por Carlos M. Reymundo Roberts


El diálogo entre Francisco y la Presidenta puede ser calificado de histórico, y no por lo que dicen las almas dañinas: que Bergoglio se hizo papa con el único propósito de poder hablar con ella. A su manera, nunca han dejado de estar comunicados. Bergoglio le hacía sacar documentos muy críticos al Episcopado, y Cristina le respondía a través de intelectuales de la talla de Aníbal Fernández o D'Elía.
Fue histórico por otros motivos. A la señora, que 14 veces tuvo que decirle que no a pedidos de entrevistas del entonces arzobispo, de pronto se le abrió la agenda y encontró un huequito para irse a Roma. Y lo que sobresale es el nivel del diálogo. Bergoglio es un jesuita con alma de pastor y cabeza política , tomada la política en su concepción clásica de ciencia arquitectónica que articula toda la sociedad. Y Cristina es un animal político y además ha dicho que le hubiese gustado ser una arquitecta egipcia. Aunque la conversación no fue fácil, detrás de los fuegos aparecieron códigos comunes.
He aquí los tramos salientes de esa cumbre, facilitados por el servicio secreto del Vaticano (la versión de la SIDE sólo recogía las palabras de la Presidenta ).
-Señora, gracias por haber venido. Me imagino las inauguraciones y cadenas nacionales que habrá tenido que dejar para hacer este viaje.
-Faltaba más, es un honor. Es la primera vez que un argentino está al frente del Estado del Vaticano, que, como sabemos, es el país más chico del mundo: apenas 44 hectáreas.
-También estoy al frente de 1300 millones de católicos en el mundo entero.
-Es cierto, pero, para hablar en términos familiares, no sé si esos católicos están bien Unidos y Organizados. Aunque mi grey es más pequeña, la tengo en un puño y hace todo lo que le digo.
-Seré curioso: ¿qué les ha dicho de mi elección como papa?
-Hubo dos etapas. El primero en llamarme fue Verbitsky, y me llenó la cabeza con lo de los derechos humanos. Por eso mi reacción inicial fue algo fría. Después, aclarado ese punto, les hice entender que lo suyo, Jorge, es otra forma de reconocimiento a lo que hemos logrado todos estos años. Nadie se imagina un papa argentino con Menem o De la Rúa.
-Ah, entonces estoy en deuda con usted.
-Conmigo y con Él, con Néstor. Y probablemente con el otro Él también, en menor medida.
-¿Puedo confiar en que hablará con los suyos para que dejen de criticarme?
-Delo por hecho. Bajo línea y ya está. Eso es lo bueno de que una sola persona piense por todos.
-Señora, ¿desearía que en septiembre visite la Argentina después de ir a Brasil?
-Me encantaría, pero usted debe tener mucho trabajo. Además, no sé cómo les caerá a los argentinos que primero vaya a Brasil. No faltará oportunidad: ¡con los años que estará usted aquí! Por cierto, qué extraño lo de Ratzinger. ¡Renunciar cuando se tiene la re-re asegurada!
-Eso dice mucho de la humildad de nuestro querido papa emérito.
-Emérito... El mérito es ir por todo y conseguirlo, y no renunciar a la lucha. De todos modos, acaso usted también está pensando, en su momento, en dar un paso al costado. Si ésa es su decisión, cuente con mi total respaldo.
-Le agradezco. Haré lo que el Señor me pida.
-El Señor y las encuestas. No olvide las encuestas. Creo que Ratzinger no estaba midiendo bien.
-Cristina, cuántos líderes no miden bien y sin embargo redoblan la apuesta.
-Cuénteme: ¿cómo va a recorrer la Plaza San Pedro el martes?
-En un papamóvil sencillo, algo elevado, para poder ver a la gente.
-¡Somos iguales! En los actos yo me elevo para que la gente me pueda ver. Le cambio de tema. Quiero felicitarlo por su opción por los pobres.
-Es la opción preferencial. Pero también nos preocuparemos por los ricos. Porque la riqueza en algunos casos puede ser pecado y conducir al infierno.
-Yo preferiría que se siga ocupando de los pobres.
-Me propongo también insistir en la austeridad. Austeridad desde los zapatos hasta el reloj; en el estilo de vida, en las palabras. -Yo preferiría que se siga ocupando de los pobres.
-Tengo otras cosas para hacer: promover el diálogo, la libertad, el fin de los autoritarismos.
-Yo preferiría.
-.Señora, conozco su preocupación por los pobres y lo mucho que ha hecho en ese sentido el Indec. Pero yo no tengo Indec: mis armas son la palabra y la oración.
-Mi arma también es la palabra. Oral y escrita. Lástima que usted acá tiene un solo diario. Yo iría pensando en un multimedios. Y permítame que le haga una última propuesta. ¿Qué tal si usted se ocupa del mundo mientras yo le cuido la Argentina?
El Papa respondió con enorme cariño. La tomó por los hombros, la miró a los ojos y dijo que no podría desentenderse jamás de lo que ocurre en el país, al que tanto ama. "Yo no valgo nada, pero soy el Papa y elevaré al Señor mis plegarias por la Argentina. Cuente usted con eso, señora."
Cristina sigue pensando que sería mejor que se ocupe de los pobres.
FUENTE: LA NACIÓN

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