martes, 13 de septiembre de 2011

La libertad y otras enfermedades. Por Rolando Hanglin


Los argentinos nos hemos habituado al uso patológico de ciertos valores que, en sí mismos, son adorables.
En nuestra mente desquiciada, se puede hablar, por ejemplo de "rock nacional". Como si el rock-and-roll, una forma típica del folklore norteamericano como el jazz o el hillbillie, pudiera ser "nacional argentino", siendo que se toca en tríos y cuartetos con batería, guitarra eléctrica, bajo y teclados electrónicos. Es más yanqui que la manteca de maní, y sin embargo, lo hemos declarado nacional. Esto es como si el gran jazzista gitano y alemán Django Reinhardt hubiera declarado que acababa de inventar el "jazz gitano" o el "jazz alemán".
De alguna manera nos han convencido de que la democracia es una forma de gobierno "nueva", inaugurada en nuestro país en el año 1984, cuando en verdad este sistema político, importado de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, fue instalado en 1810. Y desde entonces se viene perfeccionando, con avances y retrocesos. Pero hubo una cantidad enorme de gobiernos democráticos antes de 1984: Roca, Irigoyen, Alvear, Perón, Frondizi.
Los argentinos nos hemos habituado al uso patológico de ciertos valores que, en sí mismos, son adorables
La nueva sociedad argentina ha inventado tres valores intocables: la libertad, la diversión y "ser uno mismo".
La libertad es un principio muy digno cuando se equilibra con otros (Ley, Orden, Progreso) pero totalmente siniestro cuando se hipertrofia. Esto es exactamente lo que sucede en nuestro país.
Un ciudadano decide vivir en la calle, y elige el portal de nuestra casa. Las instituciones humanitarias de la ciudad vienen a recogerlo para que no pase la noche al sereno. Pero el ciudadano, ya no marginal sino una especie de beatnik, decide que no, que prefiere dormir en nuestro zaguán, comer en nuestro zaguán, cagar en nuestro zaguán -ustedes perdonen- y no hay fuerza pública que pueda trasladarlo. Porque él es libre.
Diez empleados de la Dirección Impositiva, cuando se les adeudan seis meses de sueldo no-remunerativo (?) deciden cortar la 9 de Julio, paralizando en un embotellamiento infernal a un millón de personas. La policía protege a los manifestantes. Los automovilistas los insultan. Pero se está ejerciendo la libertad, ante todo. ¡Somos libres y hacemos todo lo que queremos! El pueblo, o sea los demás, que se embrome.
Si ocurre a la inversa (un millón de personas torturando a diez empleados) podemos obtener un acampe de los Pueblos Originarios, o una huelga de hambre en Plaza Miserere. ¡Seremos desdichados y viviremos en el disparate, pero somos. libres!
De alguna manera nos han convencido de que la democracia es una forma de gobierno "nueva", inaugurada en nuestro país en el año 1984
Compramos un departamento, luego de ahorrar 20 años. Nos instalamos en nuestro flamante nido. Nos acostamos temprano para despertar a las 7, al efecto de ganar nuestro estipendio. Intentamos conciliar en sueño a las 23, pero ocurre que los chicos del departamento vecino han organizado un baile con birra y CDs, en alto volumen hasta las cinco. Al día siguiente otros vecinos hacen el amor furiosamente. Y al tercer día, una conversación ebria entre cuatro adolescentes (en el pasillo) se convierte en grito pelado. Siendo imposible dormir, vendemos el departamento y perdemos 20.000 dólares.
Vivir así es imposible. ¡Pero todos son libres! Sobre todo los muchachitos jóvenes, que ES NECESARIO QUE LO PASEN BIEN. También sería necesario que se construyeran paredes más gruesas y se cumplieran los reglamentos del consorcio, pero suena demasiado represivo y milico.
Una amante despechada reclama, para las concubinas de ocasión, el mismo derecho a "una indemnización" que se reconoce en la Justicia argentina a las ex-esposas, por ser mujeres. ¡Las exconcubinas también están en su derecho! Mientras tanto, los exconcubinos y exesposos duermen solitos, lejos de sus hijos y su hogar, en un monoambiente, y estudian la viabilidad del celibato definitivo. Pero, atención: la amante despechada es absolutamente libre de reclamar lo que le parezca. ¡Libre, libre, libre!
De lo contrario, caeríamos en la discriminación. Que es el único pecado de la Argentina contemporánea. Todo está permitido, menos discriminar. Un viejo debe ser tratado como si fuera joven, un joven como si fuera viejo, un negro como si fuera blanco y una mujer como si fuera hombre, un travesti como si tuviera útero y una lesbiana como si tuviera pene y testículos. ¡No se puede discriminar! ¿O usted, amable lector, acaso me está discriminando? ¿Piensa interrumpir la lectura, o tal vez escribir algún insulto al pie de esta página, en el foro de lectores? ¡Lo denunciaré al Inadi!
Libres, somos todos libres. Los niños de 14 años son libres de salir todas las noches desde las 3 A.M. hasta el mediodía del día siguiente. ¿Quién lo va a impedir?¿Un fascista, un represor, un papá autoritario? ¡No! Sus mamás divorciadas y sus papás culposos autorizamos todas las ebriedades y todos los vómitos, para que los chicos no sufran y no se sientan prisioneros.
Todo está permitido, menos discriminar
No se advierte que cada empresa que se acomete en la vida significa un sacrificio de libertad. Casarse para formar una familia representa perder un gran segmento de libertad. Jugar al fútbol profesional hasta ganar millones de euros insume (además del talento necesario para superar a miles de competidores africanos, brasileños, serbios, colombianos, uruguayos) un enorme sacrificio de libertad. Hay que concentrarse durante cinco días por semana, a veces meses enteros, y tomar como esposa a la primera botinera que se presente medio borracha en una disco. Sacrificio. Porque pronto se llevará el 50%, ya se sabe.
Cuando se pretende obtener un título de abogado, escribano, médico, odontólogo, es necesario estudiar hasta la extenuación. Seis, ocho, diez, veinte años. Toda la vida. Sacrificar la libertad por un objetivo de vida, ya que los otros chicos de la pandilla salen a bailar, pero uno, que es un nerd, se sacrifica. No es libre.
Para todo se requiere coartar la libertad: tener un hijo, subir al Aconcagua, llegar a presidente de la Nación, comprar una estancia en Nueve de Julio, poner una tienda de comestibles, hacerse rico, volver a ser pobre, dar la vuelta al mundo en bicicleta, sostener una huelga de hambre, fundar una nueva nación. Todo requiere esfuerzo, sacrificio, entregar grandes trozos de nuestra libertad a cambio de algo.
O sea: la libertad es una bella tendencia pero no un dios dogmático: debe ser equilibrada por la Ley, el Orden y el Sentido Común.
¡Pero es la Sociedad quien tiene la culpa de todas las cosas! La sociedad convierte a un buen chico en un delincuente. El chico es víctima. ¿Y la víctima del chico, la mujer violada, el almacenero acribillado a tiros, el jubilado saqueado en su casita de Villa Martelli, qué serán entonces? ¿Víctimas de las víctimas?
Ese es otro valor que estimamos de modo enfermo: el victimismo. Sólo las víctimas merecen libertad. Los demás van presos.
Hablando de presos: cuando la Justicia, en un caso excepcional, sanciona a un delincuente con una pena privativa de libertad (así se llama) lo retienen muy poco tiempo, para otorgarle luego (aunque sea un terrible sinvergüenza) algo que se llama "libertad condicional", "salidas laborales" o "dos por uno". De modo tal que el canalla redomado vuelve a robar, a matar y a violar. ¡Es libre, es un ciudadano libre, todas las culpas quedan para la sociedad!
Nuestra preocupación está centrada en que nuestros hijos no lo pasen mal por ningún concepto. Es necesario que se diviertan, que disfruten. Que no vivan la vida de nosotros mismos (y ni hablar de nuestros abuelos inmigrantes, que bajaron de la infecta bodega de un barco) cuando éramos jóvenes y repasábamos Trigonometría para marzo, y en castigo, sin veraneo en Miramar. ¡No hay Trigonometría, no hay marzo, no hay Miramar! Lo importante es que se diviertan, que lo pasen bien, para eso tienen 16 años. Vivir, gozar, pasarlo bien: Todos los participantes lo dicen, al entrar a la Casa del Gran Hermano. Se trata de "vivirlo todo".
Para todo se requiere coartar la libertad
¡Los jóvenes tienen derecho a pasarlo bien sin pagar por ello ningún tributo, ningún esfuerzo, ninguna tortura!
Los viejos, en cambio, no tenemos ningún derecho a nada. Tal vez, a la muerte digna, pero primero deben resolverlo los filósofos, los curas y los tanatólogos.
¡Como viejos, podríamos reclamar por la discriminación que nos aflige cuando, a los 40 años, ya nos declaran ineptos para todo servicio! Pero, pensándolo bien, no tiene sentido, porque en la actualidad los jóvenes de 30 son adolescentes, y recién a los 40 empiezan a buscar su vocación, por lo cual les quedan escasos meses para hallarla y ponerla en marcha. Y después, obtener un empleo decente, en blanco, con aportes sociales y salario familiar. ¿Familiar para qué familia, dirán ustedes? Bueno, alguna familia habrá, aunque sea la familia del cónyuge o de los nietos o del vecino.
Lo importante no es todo esto, tan confuso, sino el imperativo central de nuestro tiempo: ser uno mismo. gay o lesbiana, músico o ingeniero, marginal o presidente, genio o vagabundo, bueno o pervertido. ¡Uno mismo! No hay nada peor que convertirse en otro, obedecer a otro, someterse a otro (por ejemplo el juez, o la ley). ¡Ser uno mismo, eso ante todo!
A mí me gustaría ser Salvador Dalí, y no yo mismo, pero no hay que olvidar que Salvador Dalí le chupó los dedos del pie a Barbra Streisand (está documentado) y a raíz de este episodio pudo ser enviado al séptimo infierno: el de los Fetichistas Machistas. Porque eso sí que es malo, malo, malo: ser machista y sexómano. Aunque ya se hayan extinguido hace 40 años los últimos machistas, y esté a punto de suspirar por última vez el macho sobreviviente, el chivo loco en su cueva de granito. No importa. La sociedad libre no olvidará sus fechorías.
Todo este mamarracho viene a traducir el lenguaje enfermo de nuestro país, en este tiempo. Hablando dicha lengua, una presidente se convierte en "presidenta", una ministra es en cambio la "señora ministro", y lo siniestro ya no viene a ser una barbaridad, sino que es "complicado".
Somos tan libres, pero tan, tan libres, que da asco. diría Fito Páez.
Fuente: La Nación

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