Alicia pasaba horas, frente a la ventana sentada ante su
computadora. Escribía novelas totalmente absorta en sus pensamientos, cuando
Miel entró por una rendija de la ventana abierta. Giró y giró alrededor de
Alicia, que no la espantó como el resto de la gente que temía a su aguijón.
Cada día Miel ingresaba a hurtadillas por la ventana, pero
el zumbido de sus alitas hacía que Alicia se diera cuenta de que allí estaba.
Alicia comenzó a hablarle en voz alta, la llamaba Miel y le
contaba lo que escribía mientras ella danzaba de un lado al otro de la cabeza
de Alicia, espiando lo escrito en la pantalla.
Miel inventó un recorrido que cada día realizaba exacto,
para que Alicia siempre la reconociera. Era su forma de comunicarse.
Entraba
por la ventana, giraba alrededor de la cabeza de Alicia, volaba hasta la cocina
dando dos giros elevados, regresaba a espiar la pantalla a los lados de la
cabeza de Alicia mientras ella escribía nuevamente absorta, para luego salir nuevamente por la ventana, no
sin antes despedirse con un zumbido en la oreja de Alicia.
Ambas se sentían acompañadas y disfrutaban de la sencillez
de los momentos que compartían.
Por las noches Alicia cerraba las ventanas y Miel regresaba
a su colmena para contarle a sus hermanas, las nuevas historias que Alicia le había contado ese día.
Fin
de Cuentos para Brunito
Gracieladas 1/7/15
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