Cata y su gata Paca, se mudaban a una casa, luego de años de
vivir en un aburrido departamento.
Cata estaba feliz de tener patio y jardín y Paca estaba
feliz de tener donde desarrollar todas sus cualidades de gata.
Cata terminó de acomodar sus cosas y prontamente armó el
lugar de los alimentos de Paca. Una gran taza de alimentos, otro tazón de agua
y una bandejita para las golosinas. Cata estaba segura que ese sería el sitio
favorito de Paca.
Por la noche, Cata se acostó a dormir en su gran cama. Paca
corrió a su habitual lugar entre los pies
de Cata, que cada tanto la pateaba. Cinco minutos después de la última
patada, Paca se bajó de la cama.
Paca descubrió que había mucho que recorrer por las noches.
Cada ruido era nuevo y digno de ser revisado. Espiando por el paredón del
vecino, vio dos teros que gritaban como perros chillones. Paca corrió tras
ellos para que se callaran y mientras lo hacía sintió que era muy divertido.
Con sus garras atrapó a uno de ellos, mordió suavemente su cuerpo y lo arrastró
hacia la casa.
¡¿Cómo no le mostraría a Cata lo descubierto?!
Tiró el ave en la
cama y Cata se despertó, sacando plumas de su cara.
Al abrir los ojos se
encontró un tero que parado sobre ella, le gritó muy fuerte. El susto hizo
gritar a Cata, que siempre temió a las aves.
El terito corrió por su vida y
logró volar hasta su casa, mientras Cata no dejaba de gritar metiéndose a la
ducha y retando a Paca, que estaba frotándose en la puerta del baño, mientras
la miraba.
Paca no entendió su enojo
-¿Cómo puede alguien ser tan mal
agradecido?- pensó.
En la tarde Cata leía un libro en un sillón. Paca salió a
buscar alimentos, pero no los de las tazas.
¡Ella era cazadora, su instinto se
lo decía!
Estaba dispuesta a enseñarle a Cata lo hábil que ella era.
Agazapada en el patio, vio correr a un ratoncito.
-¡No se me
escapará!- gritó mientras lo seguía.
De un salto atrapó el ratón y muy llena de
orgullo, lo llevó hasta el sillón donde Cata leía.
Tirándolo hábilmente hacia
arriba y dando el ratón vuelta en el aire, se estrelló sobre la falda de Cata
que gritó desaforada, poniéndose de pie en un salto.
El ratoncito cayó al suelo
y en ese mismo momento, aprovechando la distracción de Paca, escapó. Paca
miraba atónita a Cata que gritaba y se sacudía entera. ¿Sería de la emoción?
Era evidente que Cata no sabía apreciar los dones de
cazadora que Paca tenía.
Cuando todo se tranquilizó, Paca subió a la falda de Cata
para amasarle la falda, pasando la cola por el libro una y otra vez, acomodando
el sitio para descansar un rato del día tan agitado. Cata esperó con paciencia
que le permitiera leer ni bien corriera la cola de las hojas del libro.
La tarde terminaba, con el sol entrando por la ventana, Paca
durmiendo mansamente en la falda de Cata y Cata sosteniendo con una mano el
libro y con la otra acariciando el lomo de su gata Paca, sabiendo que la amaba,
pese a su naturaleza cazadora y los sustos que le daba.
Fin
Gracieladas 3/7/15
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