Misha era una pequeña gatita de pelo negro, que se escapó de
su casa gatuna buscando donde la quisieran.
Llegó a la casa de Toti, una niñita
muy alegre y mimosa. Se vieron y en ese momento ambas se adoptaron como mejores
amigas.
En la casa de Toti había una perrita negra y peluda que se
llamaba Rasta. Rasta miró con desconfianza a la nueva y pequeña mascota, pero
luego de un par de retos de Toti, decidió que era buena idea hacerse amiga de
la felina.
Misha salía al patio a hacer pocitos que usaba como baño,
luego tapaba los pocitos mirando hacia todas partes, pues era muy pudorosa y no
quería que la vieran.
Rasta la descubrió haciendo pocitos y pensó que era un
juego, así que prontamente con sus dos patitas delanteras llenó de pozos el
patio de la casa, dejando las raíces de las plantas patas para arriba.
La mamá de Toti retó con fiereza a Rasta, que no entendía el
por qué de su enojo, -¿Acaso Misha no hacía lo mismo y no la retaban?
Con su
cabeza baja, Rasta decidió que ella sería quien le enseñaría a Misha como debe
comportarse una buena perra… ¡pero era gata!
Día tras día, Rasta le enseñó a Misha a pararse en dos patas
para pedir comida, le mostró como golpear la puerta para entrar con sus uñas y
cómo correr en el patio esquivando las plantas.
Con el correr del tiempo ambas aprendieron de la otra, las
habilidades que más les gustaban. Así fue como Misha caminaba al lado de Toti
como un perro y Rasta se frotaba, como gata, en sus piernas.
Misha y Rasta ahora son amigas que maúllan como perros y
ladran como gatos.
Fin
Gracieladas, 29/06/2015
Hermosoooo
ResponderEliminarGraciasssss Un beso
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