Todas las semanas me propongo hacer una columna seria, y, humildemente, creo que lo consigo. Es natural, porque el trabajo que me han asignado es llevar el relato del día a día de nuestra revolución, y todas las revoluciones tienen ese halo de cosa entre épica y dramática.
Esta vez, en cambio, me temo que muchos pensarán que estoy bromeando, que me he dejado llevar por la horrible costumbre, tan común en estos tiempos, de leer la realidad desde el prisma del sarcasmo. A los que crean eso les digo que están equivocados: tengo la misma seriedad de siempre, las mismas convicciones, el mismo compromiso.
Lo único que se ha modificado es la realidad. Señores y señoras, todos y todas, entérense: ha ocurrido una verdadera catástrofe. Nos han secuestrado a la Presidenta, no sabemos dónde la tienen y nos están poniendo una burda imitadora, probablemente salida del staff de Tinelli, que físicamente se le parece bastante, pero que cada vez que habla o hace algo mete la pata porque la señora, la verdadera, haría o diría exactamente lo contrario.
Hasta ahora no quise decir nada porque no lo podía creer. Empecé a sospechar cuando ella, compradora compulsiva de dólares, mandó prohibir la compra de dólares. Después me llamó la atención que empezara a destruir el castillo de los subsidios, piedra basal de nuestro modelo, para sustituirlo por un burdo tarifazo que traerá más inflación y más pobreza. Y no les digo nada cuando le cambió bruscamente el objetivo a Aerolíneas Argentinas: de ser una empresa que se proponía perder dos millones de dólares por día, algo que los de La Cámpora, pese a su juventud e inexperiencia, estaban consiguiendo, tenía que pasar a convertirse en la campeona de la austeridad. "Muchachos, olvídense de que es una línea de bandera, de la integración con el mundo, de estar al servicio del pueblo y de todo el verso de estos años. No hay más guita." La última gota fue devolverles el control aéreo a los milicos. Ahí se les fue la mano con la impostura: la señora se hubiera cortado la lengua antes de dar semejante orden.
Fue entonces cuando, perplejo, hice una ronda de llamadas a gente que se supone que sabe. Boudou me confió que él también estaba sorprendido. "No sé, no la reconozco: está más ortodoxa que yo en mis peores épocas", dijo. Después hablé con Timerman, y su respuesta fue que hacía tiempo que no la veía. "No me recibe, no me llama, no me atiende?". No hice una lectura política, sino conspirativa. Abonaba mi teoría del secuestro.
A Aníbal Fernández no hizo falta buscarlo: llamó él. "Che, no sé qué hacer con tanto barquinazo. Es cierto que me le animo a todo, pero? ¿cómo hago para salir a explicar que es blanco todo lo que hasta ahora decíamos que era negro?" Su frase final me comió la cabeza: "¿No te parece que Cristina está irreconocible?"
A Hebe de Bonafini la encontré en un pasillo de la Casa Rosada y muy tímidamente le tiré de la lengua. No hizo falta. Estaba que trinaba. "¿Cuál es el verdadero Sergio Schoklender, el chico bueno que adopté como hijo o el que destruyó mis sueños? ¿Cuál es la verdadera Cristina??"
De esa ronda de conversaciones, la más significativa es la que tuve con De Vido. Fui de frente con mi sospecha de que la Presidenta que estábamos viendo era trucha. Me cortó en seco. "No vuelvas a repetirlo. Esta es la auténtica Cristina: pragmática, realista, peronista, que se fía más de nosotros que de los imberbes de La Cámpora. Todo lo que está haciendo está muy bien. Por fin se dio cuenta de sus errores." Después de cortar no me quedó duda: la tiene secuestrada él.
Macri, al que también llamé, siempre me sorprende por su singular abordaje de los temas. "Es cierto que está muy cambiada, pero más cambié yo, ¿no? Durán Barba me dice que tengo que tratarla con mentalidad de contratista del Estado: me tiene que parecer bien todo lo que hace ella, simplemente porque lo hace ella." Le transmití mis dudas: "Mauricio, ¿y si resulta que no es ella?" Alucinante respuesta, risotada incluida: "¡Todavía estoy tratando de saber quién soy yo!"
Lo más burdo de la patraña de De Vido y sus cómplices fue llevar a la falsa Cristina a la Conferencia de la UIA y hacerle decir todas cosas horribles y contrarias a nuestro credo: mimar a los empresarios, darle la espalda al reparto de ganancias entre los trabajadores (un proyecto que el propio Néstor había alentado), hablar de inflación, ponerlo a parir a Moyano, pedirles a los obreros que trabajen más y protesten menos? ¿Quién en su sano juicio puede creer que nuestra Presidenta, la reina del progresismo, la madre de los pobres, va a estar preocupada por robarse un aplauso en el templo del capital? A los ricachones que la ovacionaron, felices porque esa señora decía todo lo que ellos querían oír, me gustaría gritarles: ¡cayeron en la trampa! ¡Los engañaron!
Les diría también que no se hagan ilusiones. Vamos a desenmascarar a la impostora, vamos a encontrar a la verdadera Presidenta (no se la pueden haber llevado tan lejos) y ella se va a encargar de volver a poner las cosas en su lugar. Dólares para todos, Aerolíneas para todos, subsidios para todos, ganancias para todos.
Mientras tanto, vaya mi mensaje a la señora, donde quiera que esté: "Cristina, la extrañamos".
FUENTE: LA NACION
Fantástico!!!!! me encanta la fina ironía de Roberts, esta describe muy bien la confusión que deben tener muchos de los que hicieron ese 54 %.
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