Episodio 4
—¡¿Marcial?! ¿Eres tú? Te robaron todo
tu encanto —bromeaba uno de los indigentes—
—Pareces un mendigo “VIP” haciendo
cola con los pobres —comentó otro con un poco más de envidia—
—No pude resistirme a la sopa
caliente de Sor Celeste —les aseguró Marcial—
—Usted debería estar comiendo
nutrientes y proteínas. Estoy segura que su amigo, el inspector, no lo hubiera
dejado ir sin comer, así que ¿me va a contar que piensa hacer?
—Vine por comida y para
recuperar mi ropa.
—Si me promete que hoy no
subirá a la montaña, se la daré cuando termine de comer. No se asuste cuando
vea que está limpia…
—Lo imaginé. Esta noche no
subiré a la montaña ¿alguna novedad en estos días?
—Cuando supieron que estaba
internado, sus “colegas” me trajeron las hojas policiales de los diarios para
que se las entregara.
—Muy atentos… ¿faltó alguien
más del grupo?
—Hasta hoy los cuento y están
todos.
—Sería bueno que finalizaran
las desapariciones.
—¡Dios lo escuche!
—Entonces mejor pídalo usted,
porque a mí ni me oye.
Cuando terminó el horario de
comidas, Sor Celeste fue con Marcial a la parte trasera de la cocina, le
entregó las hojas de diarios y la bolsa con la ropa limpia.
—Extrañaba mi tapado.
—¡Me olvidaba de contarle!
Volvió la mujer de las bolsas de dormir para traer varias docenas de guantes.
Esta vez salí a ver en qué vehículo andaba, era una combi roja y blanca, pero
sin ploteo, no tenía cartel ni nada escrito.
—Una mujer… ¿quién desconfiaría
de una mujer generosa?
—No puede ser, ella es muy
pequeña como para cargar a un hombre fuerte en la combi.
—Presta atención a lo que te
digo, ella viene a hacer un reconocimiento mientras entrega las donaciones, se
hace ver para que luego la reconozcan de aquí adentro. Respecto a la combi,
ella puede convencerlos de llevarlos a algún lugar mejor o a buscar comida…
otra opción es que tenga un cómplice.
—Te armaste toda una novela.
—¿Viste la matricula?
—No la vi
—¡Como detective eres una buena
monja! —refunfuñó Marcial—
—¡No la vi porque no tenía! —respondió
indignada—
—Bueno, estimada Celeste, ya
tenemos a nuestra primera sospechosa. Las condiciones para que ella tenga algo
que ver, están dadas.
—No me gusta pensar que usen mi
comedor con malas intenciones, me hace sentir responsable.
—No lo eres, es más, si yo no
te guiara en esto, tu inocencia no te permitiría siquiera pensar en la mala
intención de las personas.
—¿Lo dijiste como cosa buena o
mala?
—Buena para ti, mala para mí.
¿Hay algún teléfono del que pueda llamar? Le pediremos ayuda a Del Corral.
—Usa el mío.
Marcial le pidió a Del Corral si
podía enviar un patrullero a recorrer las zonas de indigentes, para ver si
encontraban una combi blanca y roja sin patente, posiblemente con una mujer
conduciendo o de acompañante. Le explicó que podía estar vinculada a las
desapariciones. Del Corral respondió que le solicitaría a la policía local que
recorriera la zona esos días.
Marcial y Sor Celeste salieron
juntos, él esperó a que cerrara la puerta y la acompañó hasta el vehículo.
—¿A dónde vas? ¿Quieres que te
lleve?
—Está bien, todavía sigo medio
débil, voy a la Federal.
—Ok, vamos… ¿A esta hora vas a
la Federal?
—Sí, me espera Del Corral para
hacer un trabajo.
Marcial entró al edificio, Del
Corral estaba en su oficina.
—El jefe de policía me confirmó
que ya salía una patrulla a recorrer la zona y que, por las dudas, lo harían durante
toda una semana. ¿Crees que tenga algo que ver?
—Es un inicio y la primera
sospechosa que tenemos…
—En el sillón tienes una almohada
y una manta, la computadora tiene la clave puesta. ¿Me dirás sobre qué casos buscarás?
—Homicidios de adolescente similares
entre sí.
—Bueno… realmente espero que
encuentres algo, con mi clave puedes revisar en todo el país.
Marcial inició la búsqueda
colocando solamente un rango de edad; pasó casi toda la noche abocado a ello,
hizo algunas impresiones de resumen de informes con foto de las víctimas. Al
fin el sueño lo venció… tenía trece informes impresos.
Cuando el personal entró a la
delegación, a las 6 de la mañana, no se dieron cuenta que él estaba acostado en
el sillón de la oficina del jefe. Marcial sintió el aroma a café y se incorporó,
el sargento lo vio en ese instante y entró a la oficina del jefe.
—¿Qué haces tú aquí?
—Del Corral me invitó a
quedarme a dormir en su oficina.
—¿Eso es cierto?
—¿Por qué le mentiría? Él debe
estar por llegar y yo muero por una taza de café.
Del Corral entró a la delegación
y al ver a Marcial sirviéndose una taza de café, sacó leche de la heladera, se
la agregó a la taza y le metió en la boca una medialuna.
—¿Novedades?
—Tengo, pero no terminé… hasta
el momento son demasiados para mi gusto y luego deberé catalogarlos.
—Vayamos a mi oficina —dijo
mientras él se servía su propio café—
—Encontré trece casos, cuatro
de ellos coinciden perfectamente, pero del resto no estoy seguro.
—Esos cuatro ¿dónde fueron?
—Todos en Jardines del
Pedregal, uno frente al Estadio Olímpico, otro en San Ángel y el otro entre la
cancha de futbol y el centro de Biología. Los de Benito Juárez y Renovación, no
estoy seguro que formen parte del mismo modus operandi, deberé revisarlos mejor…
estaba demasiado cansado… y sin café.
—Me dirás el modus operandi y
los revisaré yo. Tu descansa de este tema, te aseguro que te ayudaré, no te
dejaré solo en tu búsqueda. ¿Por qué es tan personal para ti? ¿Puedes
decírmelo?
—Puedo, pero no me gusta hablar
de eso.
—Mejor si me lo cuentas —dijo
mientras cerraba la puerta y bajaba las cortinas metálicas—
—Ok. Yo trabajaba en este caso
cuando vivía en La Florida, como estaba a cargo del perfil, nos entrevistaron a
mi jefe y a mí para una conferencia de prensa. La semana siguiente, la víctima…
fue mi hijo adolescente, lo mató dentro de mi propia casa… Me quitaron el caso
por la vinculación que tenía con él. Renuncié, no sin antes copiar todos los
expedientes. Me fui del país… Yo estaba seguro que cada año el asesino cruzaba
la frontera y desaparecía, por eso terminé en D.F. Llegué acá con un fin, pero
la depresión me consumió… Ahora, al ver estos casos, sé que, pese a mi dolor,
estaba mirando hacia la dirección correcta. Él me conoce, me conoce muy bien.
En ese tiempo yo estaba obsesionado con él y él conmigo, pero nunca lo vi,
solamente lo perfilé. Debí estar en lo correcto al hacerlo, de otro modo no se
hubiera tomado tan personal la conferencia.
—¿Esto fue hace cinco años?
—Sí —respondió bajando la
cabeza—
—Pondré a tu disposición todas mis
herramientas y también mi tiempo libre. No te dejaré solo en esto.
—Gracias… esta noche he logrado más
que en estos cinco años mirando cada diario del país. Eso es lo que he hecho en
la Biblioteca, además de especializarme más aun en lo que mejor hago, perfilar.
¡Ahora lo recuerdo! —dijo sorprendido y luego se quedó en silencio, pensativo—
—Me vas a matar de la intriga.
—El hombre de los huesos, ese era otro
caso que yo llevaba junto a de los muchachos; cuando me fui, el caso aún estaba
abierto… lo había borrado de mi mente. Hace tres años que asesina en este país,
pero hace cinco años atrás lo hacía en La Florida, no en cualquier parte del
país, si no en La Florida, Georgia y Alabama. Lo mismo hace aquí, se mueve por
un círculo específico.
—Se ha estado moviendo en dos países
diferentes, seguramente, cuando desaparece aquí, es porque está en la zona de
La Florida.
—Un conocido del amigo de un amigo,
dijo que el federal a cargo de ese caso es el jefe inspector Porcel.
—Ajá, si me comunico con él no
sabré decirle cómo fue que llegó a mí esa información…
—Usted no lo sabrá.
—Ok, no lo sé.
Uno de los agentes que trabajaba
en el caso de la mujer asesina, golpeó la puerta de Del Corral.
—Jefe, tenemos el nombre de la
mujer, coincide con el problema en el pelo, el accidente, la internación en
neuropsiquiátrico y también usó su tarjeta en cada uno de los negocios de las
víctimas. Ya conseguimos la orden del juez. Un grupo de oficiales se adelantó,
están en camino al domicilio ¿quiere ir usted también?
—Lo acompañaré ¿vienes Marcial?
—No, el caso es de ustedes.
Los oficiales entraron a la casa
rompiendo la puerta. Encontraron a la mujer con una cuchilla en la mano y a su
marido sangrando en el piso. Inmediatamente la desarmaron y llamaron una
ambulancia. Cuando Del Corral llegó, sacaban a la mujer esposada.
Los medios llegaron tras él,
fotografiaban y filmaban la escena del otro lado de la cinta amarilla.
—Inspector Del Corral ¿Ella es
la asesina de las trabajadoras?
—Sí, ella es la sospechosa.
Abran paso para que la ambulancia pueda sacar de la casa a la víctima.
—¿Puede decirnos cómo hicieron
para dar con esta asesina serial en tan poco tiempo?
—Tenemos un equipo de trabajo
muy capaz y organizado. No contestaré más preguntas.
Ese día, Del Corral se sentía con
suerte. Capturar a la asesina serial le daba tranquilidad y también esperanza
por tener una nueva pista sobre el asesino de los huesos. Cuando regresó a su
oficina, Marcial ya no estaba. Faltaban las hojas impresas de los trece jóvenes
y no había más hojas en la impresora. Se dio cuenta que Marcial completó la
información de los casos y se los llevó, seguramente había regresado a la
montaña. Ese era un sitio donde nadie se atrevería a subir, salvo que tuviera
entrenamiento en alta montaña.
Se sentó en su escritorio,
recorrió el historial de archivos, tomó nota de los nombres en una hoja y
decidió que esa noche él continuaría la búsqueda que Marcial había iniciado.
Sor Celeste volvió a preocuparse
por la falta de Marcial en la cola de la comida.
—¿Alguien sabe algo de él?
—No se preocupe madrecita, él
suele desaparecer así y luego aparece, además ya anda más abrigado que antes.
—Se comporta como un niño
rebelde —se quejó Celeste—
—Se comporta como un hombre que
no quiere que se metan en su vida —respondió uno de los compañeros de tambor—
—Cierto…
Mientras todos pasaban con su
plato y las mujeres les servían trozos de pollo con arroz, en la calle se
sintieron disparos de armas de fuego. Todos tendieron a agacharse y empujaron hacia
abajo también a la monjita. No estaban seguros de que tan cerca estuvieran
disparando, pero prefirieron prevenir que lamentar.
Cuando cesaron los disparos,
fueron saliendo de a uno para ver qué había pasado. Sor Celeste llamó a la
policía avisando de los disturbios. En la calle, a sólo una cuadra del salón,
había un patrullero con las puertas abiertas y varios hombres en el suelo. Uno
de los indigentes se animó a ir a ver qué pasaba y si los policías estaban
bien.
—¡Madrecita, llame a la policía
que estos tres agentes parece que están muertos!
Uno de los agentes se movió en el
suelo. —¡Madrecita,
hay uno vivo! —agregó sorprendido el hombre—
La ambulancia trasladaba al
oficial herido mientras la policía del departamento criminal y el equipo
forense delimitaban el área con cinta amarilla. Iluminaron la zona con grandes
lámparas mientras fotografiaban la escena y marcaban las pruebas con números
antes de colocarlas en pequeñas bolsas de plástico.
Celeste, con sus manos apretadas
sobre el pecho, miraba los cuerpos cubiertos de los dos oficiales muertos y no
pudo evitar pensar que ellos eran quienes estaban ahí para buscar la combi y
cuidar de los indigentes. Vio a Del Corral llegar rápidamente en su coche
particular con sirena y también al jefe de la policía local.
—¿Sabe en qué estado se
encuentra su oficial herido? —preguntó Del Corral—
—El chaleco antibalas lo salvó
de los peores disparos, tiene herida una pierna y aún está con el efecto de
golpes en su pecho.
—¿Dijo algo?
—El oficial que lo acompañó, comentó
que antes de que lo llevaran a cirugía, mencionó la palabra combi.
—Marcial estaba en lo cierto…
—¿Quién es Marcial?
—Un informante —mintió Del
Corral mirando a la monja de reojo—
—Este ya no es sólo un caso de
indigentes desaparecidos, esto se convirtió en una guerra contra los asesinos
de policías. Su informante tendrá que ser más amplio con su informe.
—Me ocuparé de eso.
La policía indagaba a los
posibles testigos. El grupo de comensales dijeron todos lo mismo, que ellos
estaban con la monjita en el comedor durante los disparos y se mantuvieron
agachados.
****
Marcial se encontraba en su choza
con la lámpara de querosene iluminando las nuevas fotos, colocándolas todas por
fecha. Estudiaba detenidamente cada uno de los archivos que había impreso. No
tuvo dudas de que se trataba del mismo asesino y que era posible que se
encontrara en ese momento en el D.F.
Las imágenes e informes forenses mostraban
tortura por medio de cortes, la extirpación de un importante trozo de carne de
la pierna, pero mientras aún se encontraban con vida, la falta de ese trozo en
la escena indicaba que era su trofeo… les quitaba la vida con una certera
puñalada al corazón. Los informes de los peritos coincidían en el modo especial
de ajustar los nudos de la soga con los mantenía atados. A todos los amordazaba
con cinta de embalar negra, sin que se encontraran huellas en ella, ni tampoco
en la escena.
Sabía que con el paso de los años
el asesino se había vuelto más osado, pero también más cuidadoso de no dejar
pruebas. Los jóvenes, salvo su hijo, habían sido encontrados más de un día
después de su muerte, algunos con tierra encima, otros simplemente
descubiertos. Salvo por el tiempo que demoraba torturando, no había rastros que
denotaran novedades sobre su personalidad, por lo que era casi imposible para
Marcial realizar un nuevo perfil. Esto le molestaba íntimamente.
“¿A quién quiero engañar? Ya no sirvo para esto... Me he dado por
vencido. ¡Me ha vencido! Me venció el mismo día que mató a mi hijo. ¿Cómo lo
reconoceré a él si yo apenas me reconozco? Estoy detenido en el tiempo, no
logro avanzar y volver atrás no puedo. Sumo jóvenes víctimas en mis paredes en
ruinas, como si pretendiera conformarme con el morbo de saber que no fui el
único que he perdido la vida mientras aún respiro y el puto corazón sigue
latiendo. He bajado los brazos… estoy cansado, muy cansado. ¿Cómo puede existir
esperanza deseando que el hijo de mil putas se equivoque, que cometa un error
forense, que se deje ver, que se descubra o se entregue…? ¡Despabílate Marcial!
Te ha vencido.”
Sentado en el suelo,
convulsionaba en un llanto sin lágrimas, la tristeza había regresado sin
remedio, el cuerpo lo sabía, pero sus ojos lo negaban… Creyó oír un ruido, una
voz lejana, supuso que su mente jugaba con él, volvió a escucharla más cerca. Estaba
seguro que nadie subiría de noche, no hasta los 3000 mts que lo separaban del
pie de la montaña. Volvió a escuchar la voz, era grave, retumbaba. Se dio
cuenta que se trataba de un megáfono. Decidió salir porque sabía que no habrían
llegado hasta allí, salvo por algo que fuera muy importante que necesitaran de
él. Apagó la lámpara, prendió la linterna y bajó lentamente por la ladera hasta
llegar a la linterna que lo apuntaba de frente.
—Del Corral… ¿trajo la monja
con usted?
—No me hagas hablar que ni sé
cómo respiro.
—No exagere que apenas está a
mitad de camino.
—No subiré ni un paso más, te
lo advierto, mejor baja conmigo.
—¿Vino solo?
—¿Crees que alguien me
acompañaría hasta acá arriba?
—Ahora entiendo por qué no
trajo a la monja —le decía mientras bajaban juntos—
—¿Estás de buen humor? No
necesito de ella para convencerte de algunas cosas.
—Estoy devastado, por eso me da
lo mismo estar arriba que estar abajo. Arriba me maldigo y abajo lo maldigo a
usted.
—El caso de la desaparición de
indigentes… se complicó todo aún más.
—¿Podía complicarse?
—Los de la combi mataron a dos
oficiales e hirieron a otro. Tenías razón… pero ahora hay que ahondar en el
tema, tengo a la policía local respirándome en la nuca porque yo mandé a sus
oficiales y quieren saber qué más tiene para decir “mi informante”.
—Ajá, informante… ¿adivino,
mano santa? ¡Qué se yo! ¿Qué voy a profundizar si apenas seguí una corazonada?
—Profundiza tu corazonada y
habla con tus amigos porque con la policía parecen todos mudos.
—Mira, ten en cuenta que para
que le hayan disparado a la policía, el negocio que tienen con los indigentes
debe ser demasiado redituable. Creo que se debería comenzar por encontrar los
cuerpos para descubrir pruebas forenses. Se puede descartar que se trate de un
asesino serial, de hecho, ellos trabajan solos, no en pares ni tienen
cómplices.
—Lleguemos a la oficina y
hagamos algún informe con todo eso que me estás diciendo o danos ideas, porque
en las distintas delegaciones están todos revolucionados y nadie piensa. Sólo
quieren salir armados a matar a alguien.
—Si fuera policía también
estaría revolucionado.
Cuando llegaron al Departamento
Federal, los jefes de la policía local y provincial estaban esperándolos.
—¿Este es su informante?
—No se asuste… en realidad, ahora está
más higienizado de lo habitual. Entremos a mi oficina porque de lo que vamos a
hablar, primero que nada, no podrá salir de este Departamento.
—Del Corral, no creo estar dispuesto a
esto —aseguró Marcial—
—Tienes que ayudarnos.
—No, no tengo.
—Cuando pediste ayuda por tus
amiguitos te la dimos.
—Me está poniendo en una situación
demasiado difícil para mí.
—¡Marcial!
—Mire señor Marcial o como se llame,
lo que está sucediendo es muy grave, solamente le pedimos colaboración, nada
más que eso. Lo que sepamos de usted no saldrá de aquí —solicitó el jefe local—
—Ok. Esto inició con la desaparición
sistemática de indigentes, todos ellos adultos, pero no viejos. Luego de hacer
algunas conjeturas, supuse que la mujer y la combi estaban relacionadas con las
desapariciones. La mujer llevaba donaciones al comedor de Sor Celeste y se
quedaba para ver quienes la recibían, evidentemente estudiaba a los indigentes.
Pensé que ningún alma caritativa espera tanto para verle la cara a quienes
ayuda.
—¿Cómo lo sabe?
—Soy analista de conducta criminal.
—Bueno, hubiéramos empezado por ahí —dijo
el jefe provincial— siga…
—La mujer se quedaba en un rincón y no
era llamativa, por lo que pasaba desapercibida. Le pedí el favor a Sor Celeste
de que viera en que vehículo se movía la mujer. Ella me informó sobre la combi
y que no tenía patente. Esa fue la razón por la que me comuniqué con el
Inspector Del Corral y él con la policía de la ciudad.
—Bien, ahí está el tema de la combi,
¿cómo sigue esto?
—No podemos ir atrás los asesinos de
policías sin adentrarnos en las desapariciones de los indigentes. Les aclaro
que no podemos saltearnos ese paso, por muy incómodo o desagradable que les resulte.
—No nos resulta desagradable ni
incómodo —le aseguró el jefe local—
—¡Dígaselo a su cara cuando me mira!
En fin… Yo había hecho muchas conjeturas, pero ahora hay una sola que es
válida. Para que hubieran disparado a la policía se debe tratar del manejo de
un negocio demasiado rentable. Como le explicaba a Del Corral, no hay asesinos
seriales que trabajen de a dos ni tengan cómplices. Descartando eso, nos queda
el negocio. Drogas no son, porque no necesitarían a los mendigos. Supongo, solo
supongo, que puede tratarse de comercio ilegal de órganos… personas fuertes,
sanas, lo suficientemente jóvenes, pero no viejas que puedan resultar
destruidos. ¿Voy bien?
—Siga.
—Seguramente, a esta altura ya se han
deshecho de la combi, así que habría que comenzar de cero, salvo por la mujer.
Debe tener unos cuarenta años…
—¿Eso quién se lo dijo?
—Si bien fue una suposición de Sor
Celeste, este tipo de actividad correspondería a una mujer de entre 35 y 45
años. No me han dado tiempo de hacer un perfil adecuado, pero podrían comenzar
por revisar las cámaras de seguridad como para saber hacia qué lado fue la
combi… eso quitaría de la ecuación tres puntos cardinales… encontrar la combi,
ver a quien pertenece, rastrear con perros los cuerpos de los indigentes.
Necesitarán pruebas materiales, no les bastará con mi perfil. Si me dan hasta
mañana, trataré de hacer algo más y, seguramente, el personal estará más
tranquilo al ver que los jefes se han puesto en marcha.
—¿Cuánto hace que trabaja para la
Federal?
—No trabajo para nadie, soy un
indigente desocupado, por eso llevo el título de “informante callejero”.
—Entonces lo llamaremos solamente “Marcial”.
—Perfecto. Iré a conversar con algunos
amigos y luego regresaré a realizar un perfil general, si es que me permiten
entrar al edificio…
—Te daré una tarjeta de invitado, pero
nadie te la pedirá, todos te conocen.
Marcial se fue del lugar, pero los
tres jefes se quedaron conversando.
Muy lindo cuento policial, atrapante. Las descripciones simples, cual esbozos gráficos, agiliza la lectura y permite ahondar con la propia imaginación. Lástima que no está el final, pero, así todo disfruté mucho el capítulo que leí.
ResponderEliminarMil gracias, felicitaciones y ¡éxitos! en tus emprendimientos intelectuales.