Sigo aprendiendo. Cada acontecimiento que vive el país me deja sus enseñanzas, algo invalorable para mí, que en política todavía estoy haciendo los palotes.
El 13-S, en La Cámpora me explicaron que las 200.000 personas que salieron a protestar eran gorilas de mucha guita preocupados por el dólar. Así que, a no darles bola. El 8-N, que el millón que estaba en las calles era la clase media golpista. Menos bola todavía. Y el 20-N, que si todo el país había parado era por culpa de unos extorsionadores y patoteros a los que la señora no tardó en desenmascarar. Está bueno porque, de no estar advertido, yo hubiese rematado mi inquietud con el típico "se está pudriendo todo". En cambio, lo que me surge decir es muy distinto: cuando me parece que se pudre todo, en realidad estamos mejor que nunca. Estoy contento de ser un idiota que no entiende nada.
Pero sigo aprendiendo. Moyano no era nuestro amigo, como yo creía durante estos años. ¡Es nuestro enemigo! Sólo así se explica que, sabiendo los problemas de guita que tenemos, salga a pedir que aflojemos con Ganancias. Sólo así se explica que viva hablando de inflación e inseguridad. ¿Acaso no se da cuenta de los esfuerzos sobrehumanos que hace la señora para no tocar jamás esos temas, aunque figuren en todas las encuestas al tope de las preocupaciones de la gente? Me da ganas de gritarle: "¡Traidor, te llenamos los bolsillos y ahora preferís al pueblo que a Cristina!"
Después del paro del 20, nuestros aliados de la CGT de Caló se sumaron a los reclamos y parecían tan enojados como Moyano. Otra lección que me refregaron los de La Cámpora: nunca te fíes de los sindicatos peronistas. Lección difícil de asimilar, reconozco. Con lo que me costó hacerme peronista, ahora resulta que tengo que desconfiar de los sindicatos, incluso de los nuestros. Tendríamos que fundar una nueva agrupación, la GPS, para kirchneristas desorientados, como yo.
Sí, muy desorientado. Cuando Moyano rompía los piquetes del campo era el mejor del mundo, y cuando los hace él, es el peor porque no deja que la gente vaya a trabajar. Si los de Gualeguaychú cortan rutas está bien, y si la cortan militantes de izquierda, como el martes, está mal. Me dicen que la explicación es sencilla: la realidad es muy dinámica, y sólo Cristina, que es el centro de nuestro sistema solar, puede determinar el devenir de los planetas, los cambios de clima y la fugacidad de ciertas estrellas.
El problema es mío, por esa manía de mirar el lado oscuro de la luna. Por ejemplo, qué hago con Bonfatti: ¿sigo calificándolo de narcosocialista o me sumo a la señora que ahora le sonríe y comparte palcos con él? Siempre me atrasa el reloj. ¿Qué hago con Scioli: debía suscribir a la señora cuando le decía que gerenciaba horrible o la suscribo ahora que le pasa plata sin decir ni mu? Lo de Moyano como un demonio, ¿es definitivo? Y con Kicillof, ¿qué onda? ¿Lo sigo bancando o hago caso a ciertos rumores? Please, ténganme al tanto porque los cambios me confunden. Me había hecho amigo de Alberto Fernández (hasta que Aníbal me explicó que el muy guacho siempre trabajó para Clarín), de Lousteau, de Schoklender, de los Cirigliano, y ahora, con esfuerzo, ya conseguí odiarlos. Odiaba a Menem, a Manzano y a Moneta, y ahora me ordenan que los ame. A De Vido también lo amé y odié, hasta que me dijeron que no gastara pólvora en chimangos. A Boudou ni lo amo ni lo odio: lo admiro. Sabe que lo detestan todos y se sigue riendo.
Por eso, pido que me digan qué debo hacer en cada caso. Tengo miedo de que me pase lo de Abal Medina, retado en público por haber dicho que el 20-N había sido un "piquetazo nacional". Para el relato eran sólo piquetes en la Capital. Quiso ser el mejor alumno y lo mandaron al rincón. Es muy feo. Debe de haber una forma de resignarlo todo, el prestigio y el honor, sin que te terminen llamando Juan Manuelititito. Quiero seguir siendo Carlos y no un Carlitos.
Quizá se le pueda pedir a nuestra reina del universo, a nuestro Sol, que los días y las noches no se amontonen tanto. Por ejemplo, desde que Néstor compró 2 millones de dólares de un saque hasta que comprar dólares se convirtió en delito de lesa argentinidad pasaron algunos años. Eso estuvo bueno porque dio tiempo a acomodarnos. En cambio, entre que Parrilli desmintió la información de Clarín de que Cristina había tenido un aumento de 42% en su sueldo y la confirmación de que ése había sido el aumento sólo pasó un párrafo de un comunicado. La cosa quedó un poquitín apretada. Y tratándose de la plata de nuestra Presidenta es preferible evitar las estrecheces.
A ver si aprendí las lecciones: las medidas de fuerza pueden ser buenas (las que ordena ella contra Peralta en Santa Cruz, por ejemplo) o espantosas (las de Moyano); hay jueces probos (Oyarbide) y jueces buitre (Griesa); nos repugnan las calles llenas de cacerolas y nos repugnan las calles vacías (por eso ella prefiere desplazarse en aviones y helicópteros); no hay amor eterno, salvo el que sentimos por la señora.
En definitiva, no entiendo todo lo que me dicen, pero lo repito muy bien. Soy dócil y no hago muchas preguntas. Creo que en el cielo kirchnerista hay un lugar reservado para mí.
FUENTE: LA NACIÓN
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