La Argentina se ha dado, por fin, un sistema político que si no es perfecto se le parece mucho: un país sin opositores. Sin opositores que realmente se opongan, digo. Un país con mucho gobierno y ningún contrera. ¿No se les hace agua la boca?
En mis tiempos de estudiante universitario, un profesor de teoría política nos explicaba que la democracia ideal era la de Estados Unidos, con sólo dos partidos fuertes y una política de Estado común para las grandes cuestiones. Qué equivocado estaba. El mejor sistema es éste: un solo partido (el de mi Presidenta y líder espiritual), una sola política de Estado, un Congreso donde la gran mayoría piensa lo mismo, una Justicia que en lo fundamental acompaña.
A los puristas de la división de poderes, a los amantes de los contrapesos, les pido que se abstengan. Después de haber sufrido tantos enfrentamientos nos merecíamos una panzada de uniformidad. Los argentinos podemos sentirnos orgullosos porque ahora nuestro esquema de gobierno recontra fuerte, oposición recontra insignificante y ausencia de instancias de control nos equipara a tres grandes democracias: las de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Es decir, vamos bien.
El estallido de la oposición ha sido un proceso interesante. Algunos se vinieron con nosotros al ver el frío que hacía afuera y lo bien que estábamos haciendo las cosas. Es el caso de Felipe Solá y muchísimos más. Otros, como Macri, como Reutemann, se dieron cuenta de que era inútil y se guardaron. Otros también se dieron cuenta de que era inútil y pactaron. Estoy pensando en Alberto Rodríguez Saá, cuya ruptura con Duhalde casualmente nos fue muy funcional. Otros, como Binner, piensan bastante parecido a nosotros y de hecho han acompañado nuestros principales proyectos en el Congreso. A otros, como Menem, bastó con mostrarles el abismo. Están también los casos de De Narváez, Lilita y Pino, enternecedores en su esforzada búsqueda de arruinarse, algo que finalmente consiguieron. Aunque muy distintos, los tres tienen un rasgo común: pensaron mucho en ellos. Por último, son legión los opositores que se suicidaron, y no doy la lista porque es interminable, pero está llena de radicales.
¡Oh, qué descuido! Me estaba olvidando de Scioli . Es el tipo de opositor -en este caso, interno- que odia oponerse, salvo que no haya más remedio, pero él siempre encuentra remedio. Siempre encuentra una farmacia de turno. Y si no, se la encontramos nosotros.
Tampoco quedan ya casi opos en el mundo de los negocios (no digo que no los haya, pero llegaron a la conclusión de que es mejor callarse y hacer negocios), los curas se cansaron de sermonearnos y muchos intelectuales y periodistas que antes nos ladraban ahora se nos acercan, sumisos, y nos piden perdón.
Hasta familias patricias de Callao y Alvear han depuesto las armas. Como dijo días atrás una señora de rancia estirpe -rancia estirpe, rancia estancia en la pampa húmeda y rancia casa en Punta del Este-: "A mí me va bien, a mi marido le va bien, a mis hijos les está yendo bien. Yo la voy a votar".
Otra, tan distinguida como la anterior, llegó a la misma conclusión, pero por otra vía: "Cristina será todo lo que quieras, pero la oposición es peor". Esta señora debe de estar ahora contenta, porque ya no hay más opositores malos. Tampoco buenos. Sólo nos quedan unos poquitos adversarios, desperdigados, confundidos.
Un país enorme, lleno de riquezas y posibilidades, se pone así bajo nuestros pies. El Parlamento es nuestro tesoro. Con mayoría en las dos cámaras , basta de sesiones hasta las 6 de la mañana y votaciones infartantes. Basta de legisladores que se acusan, insultan y pegan. Basta del estrés de tener que sacar leyes a punta de amenazas o favores. Basta de salir de urgencia a cazar diputados y senadores. Qué lindo va a ser legislar para el poder y tener todo el poder para legislar.
¿Queremos un presupuesto? Lo tenemos. ¿Queremos repartirnos los cargos importantes en las comisiones? Lo hacemos. ¿Necesitamos neutralizar cierta denuncia de corrupción? Formamos una comisión de investigación dominada por nosotros. ¡Qué espectáculo! El mundo nos envidiará: pariremos un Congreso que parirá leyes sin dolor.
No voy a decir, porque no me creerían, que todo este proceso nos salió gratis, pero lograr la amalgama es siempre una buena inversión. La gente quería eso: paz y amor, menos divisiones, menos peleas.
La gente quiere trabajar, ahorrar, darse algunos lujos. En fin, vivir. No sufrir. Por eso es precavida. Incluso hay algunos que compran dólares. Con los tiempos que corren en el mundo, no está mal. El país va muy bien, pero, es entendible, hay que tomar recaudos, y el dólar siempre ha sido un buen refugio.
Claro que ya son demasiados los que están comprando dólares. Les estamos poniendo mil trabas y no hay caso, siguen comprando. Les llenamos la City de policías, gendarmes y prefectos, y nada. Che, muchachos, paren un poco. Esta fuga de divisas es muy peligrosa. No jueguen con fuego. Che, ustedes son los mismos que nos votaron. Sean coherentes. No sean irresponsables. ¡Please, no nos abandonen!
La pucha, tengo un presentimiento espantoso: nos están saliendo opositores donde menos esperábamos.
FUENTE: La Nación
un partido de "masa igualitaria". Un lider y todos tienen que pensar, decir y actuar "igual" al lider. Es un contagio. Asi reinara la Argentina, pais perdido.. Argentina ya no sos lo que conoci siendo mozuela...Años sesenta pedidos con un hemoso presidente. Caistes ... ya no te conoceré como te conocí.
ResponderEliminarGracias GRaciela por el espacio. Saludos.
Mercedes Denti.