gracieladas
Mis Cuentos y Novelas. Notas de política y sociedad favoritas. Formas de ayudar al cuerpo y al alma desde mi filosofía budista. La música que a mi me gusta.Y mi Twitter en tiempo real.
jueves, 24 de diciembre de 2020
jueves, 27 de febrero de 2020
El Indigente - Capítulo 1 Episodio 4
Episodio 4
—¡¿Marcial?! ¿Eres tú? Te robaron todo
tu encanto —bromeaba uno de los indigentes—
—Pareces un mendigo “VIP” haciendo
cola con los pobres —comentó otro con un poco más de envidia—
—No pude resistirme a la sopa
caliente de Sor Celeste —les aseguró Marcial—
—Usted debería estar comiendo
nutrientes y proteínas. Estoy segura que su amigo, el inspector, no lo hubiera
dejado ir sin comer, así que ¿me va a contar que piensa hacer?
—Vine por comida y para
recuperar mi ropa.
—Si me promete que hoy no
subirá a la montaña, se la daré cuando termine de comer. No se asuste cuando
vea que está limpia…
—Lo imaginé. Esta noche no
subiré a la montaña ¿alguna novedad en estos días?
—Cuando supieron que estaba
internado, sus “colegas” me trajeron las hojas policiales de los diarios para
que se las entregara.
—Muy atentos… ¿faltó alguien
más del grupo?
—Hasta hoy los cuento y están
todos.
—Sería bueno que finalizaran
las desapariciones.
—¡Dios lo escuche!
—Entonces mejor pídalo usted,
porque a mí ni me oye.
Cuando terminó el horario de
comidas, Sor Celeste fue con Marcial a la parte trasera de la cocina, le
entregó las hojas de diarios y la bolsa con la ropa limpia.
—Extrañaba mi tapado.
—¡Me olvidaba de contarle!
Volvió la mujer de las bolsas de dormir para traer varias docenas de guantes.
Esta vez salí a ver en qué vehículo andaba, era una combi roja y blanca, pero
sin ploteo, no tenía cartel ni nada escrito.
—Una mujer… ¿quién desconfiaría
de una mujer generosa?
—No puede ser, ella es muy
pequeña como para cargar a un hombre fuerte en la combi.
—Presta atención a lo que te
digo, ella viene a hacer un reconocimiento mientras entrega las donaciones, se
hace ver para que luego la reconozcan de aquí adentro. Respecto a la combi,
ella puede convencerlos de llevarlos a algún lugar mejor o a buscar comida…
otra opción es que tenga un cómplice.
—Te armaste toda una novela.
—¿Viste la matricula?
—No la vi
—¡Como detective eres una buena
monja! —refunfuñó Marcial—
—¡No la vi porque no tenía! —respondió
indignada—
—Bueno, estimada Celeste, ya
tenemos a nuestra primera sospechosa. Las condiciones para que ella tenga algo
que ver, están dadas.
—No me gusta pensar que usen mi
comedor con malas intenciones, me hace sentir responsable.
—No lo eres, es más, si yo no
te guiara en esto, tu inocencia no te permitiría siquiera pensar en la mala
intención de las personas.
—¿Lo dijiste como cosa buena o
mala?
—Buena para ti, mala para mí.
¿Hay algún teléfono del que pueda llamar? Le pediremos ayuda a Del Corral.
—Usa el mío.
Marcial le pidió a Del Corral si
podía enviar un patrullero a recorrer las zonas de indigentes, para ver si
encontraban una combi blanca y roja sin patente, posiblemente con una mujer
conduciendo o de acompañante. Le explicó que podía estar vinculada a las
desapariciones. Del Corral respondió que le solicitaría a la policía local que
recorriera la zona esos días.
Marcial y Sor Celeste salieron
juntos, él esperó a que cerrara la puerta y la acompañó hasta el vehículo.
—¿A dónde vas? ¿Quieres que te
lleve?
—Está bien, todavía sigo medio
débil, voy a la Federal.
—Ok, vamos… ¿A esta hora vas a
la Federal?
—Sí, me espera Del Corral para
hacer un trabajo.
Marcial entró al edificio, Del
Corral estaba en su oficina.
—El jefe de policía me confirmó
que ya salía una patrulla a recorrer la zona y que, por las dudas, lo harían durante
toda una semana. ¿Crees que tenga algo que ver?
—Es un inicio y la primera
sospechosa que tenemos…
—En el sillón tienes una almohada
y una manta, la computadora tiene la clave puesta. ¿Me dirás sobre qué casos buscarás?
—Homicidios de adolescente similares
entre sí.
—Bueno… realmente espero que
encuentres algo, con mi clave puedes revisar en todo el país.
Marcial inició la búsqueda
colocando solamente un rango de edad; pasó casi toda la noche abocado a ello,
hizo algunas impresiones de resumen de informes con foto de las víctimas. Al
fin el sueño lo venció… tenía trece informes impresos.
Cuando el personal entró a la
delegación, a las 6 de la mañana, no se dieron cuenta que él estaba acostado en
el sillón de la oficina del jefe. Marcial sintió el aroma a café y se incorporó,
el sargento lo vio en ese instante y entró a la oficina del jefe.
—¿Qué haces tú aquí?
—Del Corral me invitó a
quedarme a dormir en su oficina.
—¿Eso es cierto?
—¿Por qué le mentiría? Él debe
estar por llegar y yo muero por una taza de café.
Del Corral entró a la delegación
y al ver a Marcial sirviéndose una taza de café, sacó leche de la heladera, se
la agregó a la taza y le metió en la boca una medialuna.
—¿Novedades?
—Tengo, pero no terminé… hasta
el momento son demasiados para mi gusto y luego deberé catalogarlos.
—Vayamos a mi oficina —dijo
mientras él se servía su propio café—
—Encontré trece casos, cuatro
de ellos coinciden perfectamente, pero del resto no estoy seguro.
—Esos cuatro ¿dónde fueron?
—Todos en Jardines del
Pedregal, uno frente al Estadio Olímpico, otro en San Ángel y el otro entre la
cancha de futbol y el centro de Biología. Los de Benito Juárez y Renovación, no
estoy seguro que formen parte del mismo modus operandi, deberé revisarlos mejor…
estaba demasiado cansado… y sin café.
—Me dirás el modus operandi y
los revisaré yo. Tu descansa de este tema, te aseguro que te ayudaré, no te
dejaré solo en tu búsqueda. ¿Por qué es tan personal para ti? ¿Puedes
decírmelo?
—Puedo, pero no me gusta hablar
de eso.
—Mejor si me lo cuentas —dijo
mientras cerraba la puerta y bajaba las cortinas metálicas—
—Ok. Yo trabajaba en este caso
cuando vivía en La Florida, como estaba a cargo del perfil, nos entrevistaron a
mi jefe y a mí para una conferencia de prensa. La semana siguiente, la víctima…
fue mi hijo adolescente, lo mató dentro de mi propia casa… Me quitaron el caso
por la vinculación que tenía con él. Renuncié, no sin antes copiar todos los
expedientes. Me fui del país… Yo estaba seguro que cada año el asesino cruzaba
la frontera y desaparecía, por eso terminé en D.F. Llegué acá con un fin, pero
la depresión me consumió… Ahora, al ver estos casos, sé que, pese a mi dolor,
estaba mirando hacia la dirección correcta. Él me conoce, me conoce muy bien.
En ese tiempo yo estaba obsesionado con él y él conmigo, pero nunca lo vi,
solamente lo perfilé. Debí estar en lo correcto al hacerlo, de otro modo no se
hubiera tomado tan personal la conferencia.
—¿Esto fue hace cinco años?
—Sí —respondió bajando la
cabeza—
—Pondré a tu disposición todas mis
herramientas y también mi tiempo libre. No te dejaré solo en esto.
—Gracias… esta noche he logrado más
que en estos cinco años mirando cada diario del país. Eso es lo que he hecho en
la Biblioteca, además de especializarme más aun en lo que mejor hago, perfilar.
¡Ahora lo recuerdo! —dijo sorprendido y luego se quedó en silencio, pensativo—
—Me vas a matar de la intriga.
—El hombre de los huesos, ese era otro
caso que yo llevaba junto a de los muchachos; cuando me fui, el caso aún estaba
abierto… lo había borrado de mi mente. Hace tres años que asesina en este país,
pero hace cinco años atrás lo hacía en La Florida, no en cualquier parte del
país, si no en La Florida, Georgia y Alabama. Lo mismo hace aquí, se mueve por
un círculo específico.
—Se ha estado moviendo en dos países
diferentes, seguramente, cuando desaparece aquí, es porque está en la zona de
La Florida.
—Un conocido del amigo de un amigo,
dijo que el federal a cargo de ese caso es el jefe inspector Porcel.
—Ajá, si me comunico con él no
sabré decirle cómo fue que llegó a mí esa información…
—Usted no lo sabrá.
—Ok, no lo sé.
Uno de los agentes que trabajaba
en el caso de la mujer asesina, golpeó la puerta de Del Corral.
—Jefe, tenemos el nombre de la
mujer, coincide con el problema en el pelo, el accidente, la internación en
neuropsiquiátrico y también usó su tarjeta en cada uno de los negocios de las
víctimas. Ya conseguimos la orden del juez. Un grupo de oficiales se adelantó,
están en camino al domicilio ¿quiere ir usted también?
—Lo acompañaré ¿vienes Marcial?
—No, el caso es de ustedes.
Los oficiales entraron a la casa
rompiendo la puerta. Encontraron a la mujer con una cuchilla en la mano y a su
marido sangrando en el piso. Inmediatamente la desarmaron y llamaron una
ambulancia. Cuando Del Corral llegó, sacaban a la mujer esposada.
Los medios llegaron tras él,
fotografiaban y filmaban la escena del otro lado de la cinta amarilla.
—Inspector Del Corral ¿Ella es
la asesina de las trabajadoras?
—Sí, ella es la sospechosa.
Abran paso para que la ambulancia pueda sacar de la casa a la víctima.
—¿Puede decirnos cómo hicieron
para dar con esta asesina serial en tan poco tiempo?
—Tenemos un equipo de trabajo
muy capaz y organizado. No contestaré más preguntas.
Ese día, Del Corral se sentía con
suerte. Capturar a la asesina serial le daba tranquilidad y también esperanza
por tener una nueva pista sobre el asesino de los huesos. Cuando regresó a su
oficina, Marcial ya no estaba. Faltaban las hojas impresas de los trece jóvenes
y no había más hojas en la impresora. Se dio cuenta que Marcial completó la
información de los casos y se los llevó, seguramente había regresado a la
montaña. Ese era un sitio donde nadie se atrevería a subir, salvo que tuviera
entrenamiento en alta montaña.
Se sentó en su escritorio,
recorrió el historial de archivos, tomó nota de los nombres en una hoja y
decidió que esa noche él continuaría la búsqueda que Marcial había iniciado.
Sor Celeste volvió a preocuparse
por la falta de Marcial en la cola de la comida.
—¿Alguien sabe algo de él?
—No se preocupe madrecita, él
suele desaparecer así y luego aparece, además ya anda más abrigado que antes.
—Se comporta como un niño
rebelde —se quejó Celeste—
—Se comporta como un hombre que
no quiere que se metan en su vida —respondió uno de los compañeros de tambor—
—Cierto…
Mientras todos pasaban con su
plato y las mujeres les servían trozos de pollo con arroz, en la calle se
sintieron disparos de armas de fuego. Todos tendieron a agacharse y empujaron hacia
abajo también a la monjita. No estaban seguros de que tan cerca estuvieran
disparando, pero prefirieron prevenir que lamentar.
Cuando cesaron los disparos,
fueron saliendo de a uno para ver qué había pasado. Sor Celeste llamó a la
policía avisando de los disturbios. En la calle, a sólo una cuadra del salón,
había un patrullero con las puertas abiertas y varios hombres en el suelo. Uno
de los indigentes se animó a ir a ver qué pasaba y si los policías estaban
bien.
—¡Madrecita, llame a la policía
que estos tres agentes parece que están muertos!
Uno de los agentes se movió en el
suelo. —¡Madrecita,
hay uno vivo! —agregó sorprendido el hombre—
La ambulancia trasladaba al
oficial herido mientras la policía del departamento criminal y el equipo
forense delimitaban el área con cinta amarilla. Iluminaron la zona con grandes
lámparas mientras fotografiaban la escena y marcaban las pruebas con números
antes de colocarlas en pequeñas bolsas de plástico.
Celeste, con sus manos apretadas
sobre el pecho, miraba los cuerpos cubiertos de los dos oficiales muertos y no
pudo evitar pensar que ellos eran quienes estaban ahí para buscar la combi y
cuidar de los indigentes. Vio a Del Corral llegar rápidamente en su coche
particular con sirena y también al jefe de la policía local.
—¿Sabe en qué estado se
encuentra su oficial herido? —preguntó Del Corral—
—El chaleco antibalas lo salvó
de los peores disparos, tiene herida una pierna y aún está con el efecto de
golpes en su pecho.
—¿Dijo algo?
—El oficial que lo acompañó, comentó
que antes de que lo llevaran a cirugía, mencionó la palabra combi.
—Marcial estaba en lo cierto…
—¿Quién es Marcial?
—Un informante —mintió Del
Corral mirando a la monja de reojo—
—Este ya no es sólo un caso de
indigentes desaparecidos, esto se convirtió en una guerra contra los asesinos
de policías. Su informante tendrá que ser más amplio con su informe.
—Me ocuparé de eso.
La policía indagaba a los
posibles testigos. El grupo de comensales dijeron todos lo mismo, que ellos
estaban con la monjita en el comedor durante los disparos y se mantuvieron
agachados.
****
Marcial se encontraba en su choza
con la lámpara de querosene iluminando las nuevas fotos, colocándolas todas por
fecha. Estudiaba detenidamente cada uno de los archivos que había impreso. No
tuvo dudas de que se trataba del mismo asesino y que era posible que se
encontrara en ese momento en el D.F.
Las imágenes e informes forenses mostraban
tortura por medio de cortes, la extirpación de un importante trozo de carne de
la pierna, pero mientras aún se encontraban con vida, la falta de ese trozo en
la escena indicaba que era su trofeo… les quitaba la vida con una certera
puñalada al corazón. Los informes de los peritos coincidían en el modo especial
de ajustar los nudos de la soga con los mantenía atados. A todos los amordazaba
con cinta de embalar negra, sin que se encontraran huellas en ella, ni tampoco
en la escena.
Sabía que con el paso de los años
el asesino se había vuelto más osado, pero también más cuidadoso de no dejar
pruebas. Los jóvenes, salvo su hijo, habían sido encontrados más de un día
después de su muerte, algunos con tierra encima, otros simplemente
descubiertos. Salvo por el tiempo que demoraba torturando, no había rastros que
denotaran novedades sobre su personalidad, por lo que era casi imposible para
Marcial realizar un nuevo perfil. Esto le molestaba íntimamente.
“¿A quién quiero engañar? Ya no sirvo para esto... Me he dado por
vencido. ¡Me ha vencido! Me venció el mismo día que mató a mi hijo. ¿Cómo lo
reconoceré a él si yo apenas me reconozco? Estoy detenido en el tiempo, no
logro avanzar y volver atrás no puedo. Sumo jóvenes víctimas en mis paredes en
ruinas, como si pretendiera conformarme con el morbo de saber que no fui el
único que he perdido la vida mientras aún respiro y el puto corazón sigue
latiendo. He bajado los brazos… estoy cansado, muy cansado. ¿Cómo puede existir
esperanza deseando que el hijo de mil putas se equivoque, que cometa un error
forense, que se deje ver, que se descubra o se entregue…? ¡Despabílate Marcial!
Te ha vencido.”
Sentado en el suelo,
convulsionaba en un llanto sin lágrimas, la tristeza había regresado sin
remedio, el cuerpo lo sabía, pero sus ojos lo negaban… Creyó oír un ruido, una
voz lejana, supuso que su mente jugaba con él, volvió a escucharla más cerca. Estaba
seguro que nadie subiría de noche, no hasta los 3000 mts que lo separaban del
pie de la montaña. Volvió a escuchar la voz, era grave, retumbaba. Se dio
cuenta que se trataba de un megáfono. Decidió salir porque sabía que no habrían
llegado hasta allí, salvo por algo que fuera muy importante que necesitaran de
él. Apagó la lámpara, prendió la linterna y bajó lentamente por la ladera hasta
llegar a la linterna que lo apuntaba de frente.
—Del Corral… ¿trajo la monja
con usted?
—No me hagas hablar que ni sé
cómo respiro.
—No exagere que apenas está a
mitad de camino.
—No subiré ni un paso más, te
lo advierto, mejor baja conmigo.
—¿Vino solo?
—¿Crees que alguien me
acompañaría hasta acá arriba?
—Ahora entiendo por qué no
trajo a la monja —le decía mientras bajaban juntos—
—¿Estás de buen humor? No
necesito de ella para convencerte de algunas cosas.
—Estoy devastado, por eso me da
lo mismo estar arriba que estar abajo. Arriba me maldigo y abajo lo maldigo a
usted.
—El caso de la desaparición de
indigentes… se complicó todo aún más.
—¿Podía complicarse?
—Los de la combi mataron a dos
oficiales e hirieron a otro. Tenías razón… pero ahora hay que ahondar en el
tema, tengo a la policía local respirándome en la nuca porque yo mandé a sus
oficiales y quieren saber qué más tiene para decir “mi informante”.
—Ajá, informante… ¿adivino,
mano santa? ¡Qué se yo! ¿Qué voy a profundizar si apenas seguí una corazonada?
—Profundiza tu corazonada y
habla con tus amigos porque con la policía parecen todos mudos.
—Mira, ten en cuenta que para
que le hayan disparado a la policía, el negocio que tienen con los indigentes
debe ser demasiado redituable. Creo que se debería comenzar por encontrar los
cuerpos para descubrir pruebas forenses. Se puede descartar que se trate de un
asesino serial, de hecho, ellos trabajan solos, no en pares ni tienen
cómplices.
—Lleguemos a la oficina y
hagamos algún informe con todo eso que me estás diciendo o danos ideas, porque
en las distintas delegaciones están todos revolucionados y nadie piensa. Sólo
quieren salir armados a matar a alguien.
—Si fuera policía también
estaría revolucionado.
Cuando llegaron al Departamento
Federal, los jefes de la policía local y provincial estaban esperándolos.
—¿Este es su informante?
—No se asuste… en realidad, ahora está
más higienizado de lo habitual. Entremos a mi oficina porque de lo que vamos a
hablar, primero que nada, no podrá salir de este Departamento.
—Del Corral, no creo estar dispuesto a
esto —aseguró Marcial—
—Tienes que ayudarnos.
—No, no tengo.
—Cuando pediste ayuda por tus
amiguitos te la dimos.
—Me está poniendo en una situación
demasiado difícil para mí.
—¡Marcial!
—Mire señor Marcial o como se llame,
lo que está sucediendo es muy grave, solamente le pedimos colaboración, nada
más que eso. Lo que sepamos de usted no saldrá de aquí —solicitó el jefe local—
—Ok. Esto inició con la desaparición
sistemática de indigentes, todos ellos adultos, pero no viejos. Luego de hacer
algunas conjeturas, supuse que la mujer y la combi estaban relacionadas con las
desapariciones. La mujer llevaba donaciones al comedor de Sor Celeste y se
quedaba para ver quienes la recibían, evidentemente estudiaba a los indigentes.
Pensé que ningún alma caritativa espera tanto para verle la cara a quienes
ayuda.
—¿Cómo lo sabe?
—Soy analista de conducta criminal.
—Bueno, hubiéramos empezado por ahí —dijo
el jefe provincial— siga…
—La mujer se quedaba en un rincón y no
era llamativa, por lo que pasaba desapercibida. Le pedí el favor a Sor Celeste
de que viera en que vehículo se movía la mujer. Ella me informó sobre la combi
y que no tenía patente. Esa fue la razón por la que me comuniqué con el
Inspector Del Corral y él con la policía de la ciudad.
—Bien, ahí está el tema de la combi,
¿cómo sigue esto?
—No podemos ir atrás los asesinos de
policías sin adentrarnos en las desapariciones de los indigentes. Les aclaro
que no podemos saltearnos ese paso, por muy incómodo o desagradable que les resulte.
—No nos resulta desagradable ni
incómodo —le aseguró el jefe local—
—¡Dígaselo a su cara cuando me mira!
En fin… Yo había hecho muchas conjeturas, pero ahora hay una sola que es
válida. Para que hubieran disparado a la policía se debe tratar del manejo de
un negocio demasiado rentable. Como le explicaba a Del Corral, no hay asesinos
seriales que trabajen de a dos ni tengan cómplices. Descartando eso, nos queda
el negocio. Drogas no son, porque no necesitarían a los mendigos. Supongo, solo
supongo, que puede tratarse de comercio ilegal de órganos… personas fuertes,
sanas, lo suficientemente jóvenes, pero no viejas que puedan resultar
destruidos. ¿Voy bien?
—Siga.
—Seguramente, a esta altura ya se han
deshecho de la combi, así que habría que comenzar de cero, salvo por la mujer.
Debe tener unos cuarenta años…
—¿Eso quién se lo dijo?
—Si bien fue una suposición de Sor
Celeste, este tipo de actividad correspondería a una mujer de entre 35 y 45
años. No me han dado tiempo de hacer un perfil adecuado, pero podrían comenzar
por revisar las cámaras de seguridad como para saber hacia qué lado fue la
combi… eso quitaría de la ecuación tres puntos cardinales… encontrar la combi,
ver a quien pertenece, rastrear con perros los cuerpos de los indigentes.
Necesitarán pruebas materiales, no les bastará con mi perfil. Si me dan hasta
mañana, trataré de hacer algo más y, seguramente, el personal estará más
tranquilo al ver que los jefes se han puesto en marcha.
—¿Cuánto hace que trabaja para la
Federal?
—No trabajo para nadie, soy un
indigente desocupado, por eso llevo el título de “informante callejero”.
—Entonces lo llamaremos solamente “Marcial”.
—Perfecto. Iré a conversar con algunos
amigos y luego regresaré a realizar un perfil general, si es que me permiten
entrar al edificio…
—Te daré una tarjeta de invitado, pero
nadie te la pedirá, todos te conocen.
Marcial se fue del lugar, pero los
tres jefes se quedaron conversando.
viernes, 21 de febrero de 2020
El Indigente - Capítulo 1 - Episodio 3
Episodio 3
Marcial miraba las fotografías de
los jóvenes; se detuvo en la de su hijo… la sostuvo con sus manos temblorosas. Una
a una caía lentamente las lágrimas de sus ojos. En ese momento se dio cuenta
que hacía cinco años que no lloraba, la última vez había sido el día de su
entierro. La culpa se apoderó de sus pensamientos:
“Tanta ira contenida, tanto enojo con el mundo, tanto arrepentimiento,
tanta culpa que no dejaba salir este dolor… ¿Se perdió el humano que había en
mí? ¿en qué momento? ¿Cuándo dejé de llorar por ti para ahogarme en mi propia
miseria? ¡Te fallé y te sigo fallando! ¿Acaso era yo ese hombre que desprotegía
a su ser más amado? ¿Cómo no previne lo que sucedería? ¿Por qué no te puse a
salvo?
Veía a diario el sufrimiento de otros… los veía como “casos”, cosas que
sucedían en el mundo criminal que yo estudiaba… casos de otros… cosas de otros…
¡No fue un caso más el que golpeó mi puerta! ¡No fue un caso más el que derribó
mi vida! Fui yo creyéndome omnipotente… esas cosas no me sucederían a mí, ni a
mi familia, ni dentro de mi hogar… Fui yo quien destruyó mi propio sueño y tu
vida… y mi vida, y mi mundo entero.
¿Ahora lloro? ¡Quisiera cambiar tu lugar, estar yo muerto y tu vivo! Tu
podrías haber dejado de llorar en poco tiempo, pero yo lloraré por dentro, ahogándome
cada día por el resto de mi vida. ¿No se puede volver el tiempo atrás? No… no
se puede.
Ansío vengarme, digo que busco “hacer justicia” ¡Pero soy yo el
verdadero culpable! El responsable de tu muerte y mi derrota.
Marcial se quedó dormido mientras
sus ojos le mojaban el rostro y el rostro mojaba su bolsa de dormir
convirtiéndola en un charco de agua fría. No era un llanto compungido, era un
llanto eterno que no cesó por varios días. No se levantó en tres mañanas, para la
cuarta ya no tenía fuerzas. Supuso que moriría, pero estaba conforme con eso.
*****
Alrededor del tambor estaban los
compañeros de Marcial hablando sobre él, llevaban muchos días sin verlo y las
noches no superaban los tres grados bajo cero.
—¿Habrá desaparecido como el
resto?
—¿Y si no pudo bajar de la
montaña? ¿Y si se murió allá arriba con el frío?
—Hoy la monjita nos va a volver
a preguntar por él… no sabemos nada y no podemos mentirle a ella… sería un
pecado ¿no?
Esa noche todos estaban en la
fila con el plato en la mano, Sor Celeste miraba la puerta a cada rato.
—¿Qué saben de él? ¿Alguien lo
vio? —preguntó muy preocupada—
—No madrecita, nadie lo vio —respondió
uno de ellos—
—Tampoco nadie lo vio bajar de
la montaña —acotó otro—
—Esta noche hablaré con la
policía para que vayan a ver si está en su choza.
—¡Olvídese madrecita! Nadie
subirá tres mil metros de altura para buscar a un pordiosero.
Sor Celeste sabía que era
probable que no hubiera personal capacitado para escalar esa montaña por mucho
afán que le pusiera Del Corral al asunto, aun así, esa noche ella se presentó
en el edificio Federal para hablar con él.
—Señor, esta es la cuarta noche
que Marcial no viene al comedor, dicen que no ha bajado de la montaña, pero su
choza no lo pudo haber cubierto de las heladas que han estado cayendo.
—Por lo que él dijo, sé que la
bajada llega directo a este edificio ¿sabe qué tan alto está?
—Ese es el problema, me dicen
que está a unos 3000mts.
—Mañana a primera hora hablaré
con el grupo de rescate de los Bomberos, ellos encontrarán el modo de bajarlo,
si es que se encuentra ahí…
—Sé que está ahí, porque es
demasiado astuto como para que alguien se lo lleve como a los otros.
—¿Se los lleve? ¿por qué piensa
que se los llevaron?
—Por cosas que me preguntó
Marcial el último día que lo vi.
—Vaya a dormir tranquila, mañana
lo iremos a buscar.
Por la mañana, Del Corral llamó
al jefe de Bomberos comentándole el problema.
—Sor Celeste está muy preocupada y la
verdad es que yo también. ¿Tendrá personal que pueda subir a esa altura?
—Tengo dos rescatistas de
montaña, pueden ir a ver… pero a esa gente los abriga la mugre, debe estar vivo
y esperando que caliente el sol.
—” Esa gente” como usted lo
llama, es un colaborador muy importante para nosotros, un analista de conducta
criminal que nos ha ayudado en un par de casos de asesinos seriales y… la
verdad, es que en este momento lo necesitaría trabajando.
—Disculpe, no sabía que era su
amigo, menos aún que fuera algún tipo de profesional.
—Como usted dice, “la mugre” lo
cubre.
—Enseguida envío a los
rescatistas, quédese tranquilo que en unas horas le tendremos novedades.
Los rescatistas lograron llegar a
la choza con mucha dificultad; abrir la puerta no fue un problema, no era más
que una tabla apoyada cubierta de nylon. Encontraron a Marcial metido en la
bolsa de dormir, le buscaron el pulso y descubrieron que estaba demasiado débil
y el hombre no respondía a los estímulos. Decidieron armar la camilla de
rescate y bajarlo de allí. Mientras lo preparaban, observaron las pilas de
libros y también los artículos y fotos pegados en las paredes de madera.
—¿Quién es este tipo? ¿Por qué
el jefe está tan interesado en este vagabundo?
—No sé si los libros los usa como
paredes, pero si los leyó todos, no ha de ser ningún tarado.
Los rescatistas lo cubrieron con
una manta aislante para que mantuviera el calor corporal.
—Bajemos lento y pidamos por
radio que nos espere una ambulancia. Avisa que ya estamos en camino y que el
hombre padece de hipotermia.
La ambulancia los esperaba frente
al edificio federal, allí estaban Del Corral y Sor Celeste. Ella fue en la
ambulancia con él hasta el hospital; Del Corral decidió seguirlos en su auto,
quería asegurarse de que Marcial estuviera bien.
Marcial fue internado en una sala
climatizada mientras, con cuidado, le hacían estudios para comprobar el estado
de sus órganos, no podían acelerar los procesos para evitar reacciones adversas
en su cuerpo.
—¿Qué sabe de él? ¿Tiene
familiares? —le preguntó Del Corral a Sor Celeste—
—No sé de él mucho más que
usted, pero tiene a su padre médico que vive en Veracruz.
—Tal vez deberíamos llamarlo…
—Tal vez no… él hace años que
no se trata con su padre y, por lo que todos vemos, no tiene interés en ser
encontrado por nadie.
—Tal vez tenga razón, esperaré
a ver que dice el médico y llamaremos a su padre solamente si es grave.
Los dos miraban a Marcial a
través del vidrio de la habitación.
—¡Dios mío! Le están quitando
la ropa y lo están lavando… si el frio no lo mata se morirá de bronca —acotó
preocupada, Sor Celeste—
Cuando salió la enfermera con la
ropa de Marcial, Sor Celeste se apuró a pedirle la bolsa aduciendo que ella se
ocuparía de lavarla.
—¡Enfermera, enfermera! Espere por
favor, está bien que lo higienicen, pero por favor no lo afeiten ni le corten
el pelo —se apuró a sugerir la monja—
—No pensábamos hacerlo,
tranquilícese hermanita, por favor.
Del Corral miró a Sor Celeste con
intriga.
—¿Acaso no es contra sus reglas
mirar a un hombre desnudo? —le preguntó sonriendo—
—¡Por favor! ¡Es Marcial y
puede morirse!
—Bueno… si usted lo dice… Está
demasiado flaco ¿verdad?
—Ya era flaco y ahora pasó
cuatro días sin comer ¡Mire como tiene la cara toda hundida! Pobrecito…
—¿Usted se va a quedar con él?
Yo debo irme a trabajar.
—Me quedo, usted vaya.
Al día siguiente, cuando Marcial
despertó, encontró a Celeste sentada en una silla junto a él. Ella estaba
entredormida y él la miraba con curiosidad.
—¡Marcial! Al fin despertó.
Estábamos muy preocupados por usted. ¿Cómo se le ocurrió quedarse en la
montaña? Usted, hay veces que parece un inconsciente. ¡Ni que fuera niño!
—¿Me va a retar todo el tiempo?
¿Acaso me golpeará? La noto muy enojada.
—No sabe todo lo que tuve que
hacer para que no tiraran su ropa cuando se la sacaron para higienizarlo.
También me aseguré que no le cortaran esa barba y el enjambre de pelos que
tiene en la cabeza.
—Gracias por cuidar de mí.
—¡No se lo merecía! ¿Sabe? Yo estaba
segura que usted estaría en la choza. Ni por un momento pensé en que se lo
pudieran haber llevado como al resto.
—¿Y eso por qué?
—Porque usted es más astuto que
el resto.
—¿Cómo consiguió que me fueran
a rescatar?
—No fui yo, fue Del Corral. Él
habló con el jefe de Bomberos.
—¿Sabe hermanita? Hubiera
preferido morirme así, quedándome dormido.
—¡No diga tonterías! ¿Acaso
usted se quedó ahí a propósito?
—Algo así…
—No le voy a preguntar qué fue
lo que lo llevó a semejante abandono y desprecio a la vida, pero me da gusto
que no haya logrado morir. Aunque no quiera, somos muchos los que nos
preocupamos por usted. Sus compañeros de tambor, los de la fila del comedor, las
mujeres que me ayudan, Del Corral.
—No merezco su afecto ni tampoco lo he
pedido.
—¡No sea pavo! El afecto no se pide.
Dos enfermeros vestidos con delantales
plásticos, entraron a la habitación.
—Hermana, necesitamos que espere
afuera un momento —le pidió uno de los enfermeros mientras el otro ayudaba a
Marcial a pasar a una silla de ruedas—
Sor Celeste salió de la habitación y
se sentó a esperar sentada en una silla del pasillo. Quince minutos después,
los dos enfermeros salieron y le dejaron a Celeste la puerta abierta para que
entrara.
—Dime ¿por qué me miras fijamente?
—Nada… porque prestaba atención a lo… mmm…
porque así de limpio se te ve raro.
—¡Casi mientes, pecadora! Es cierto,
¿verdad? me quitaron el caparazón, ahora soy una tortuga incompleta.
—Gracioso… te vi desnudo… Del
Corral me insinuó que yo era una pecadora, no lo dijo, pero lo noté en su cara.
—¿No pecaste?
—No, para nada, no… yo pensé
que te estabas muriendo.
—No es pecado ver a un hombre
moribundo, tampoco debe ser pecado estar más flaco que el mismísimo Cristo; un
par de clavos y hasta puedes adorarme.
—¡Blasfemo!
—Disculpa… ofendí tus creencias.
—No está bien que pases tanto tiempo
sin comer, mira, te pusieron comida por la vena. Al menos acá comerás, aunque
sea obligado.
—Mañana estaré bien y regresaré a mi
choza, juntaré comida antes de subir.
—No irás a ningún lado, hablaré con
Del Corral.
—¡Por favor Sor Celeste! Él no tiene
por qué cuidar de mí, nadie tiene que cuidarme.
—Veremos.
Al tercer día, cuando le dieron de
alta, Del Corral llegó a buscarlo. Ver a Marcial tan limpio lo dejó pasmado.
—Hace un par de días te limpiaron
tímidamente, pero se ve que ahora te han metido en remojo.
—Sí, logré recuperar los botines y la
chaqueta de abrigo… el resto de ropa me la dieron acá, debe ser de alguien que está
más muerto que yo —comentó con una leve sonrisa—
—Vine a buscarte.
—¿Solidaridad o trabajo?
—Trabajo, si te dijera que es pura solidaridad
me mandarías de paseo.
—Yo los dejo, ya hice mi parte como
cuidadora así que regreso al convento hasta la tarde que me toca cocinar
—anunció Celeste—
—Gracias Sor Celeste, ha sido muy
gentil al cuidar de mí.
Del Corral llevaba en el auto a
Marcial
—Tenías razón —dijo repentinamente Del
Corral—
—Ando desubicado, ¿en que tenía razón?
—La mujer que acuchilla mujeres, es un
caso serial; volvió a matar y acaban de pasarnos los expedientes originales.
—Mi trabajo ya está hecho, al menos de
una forma general.
—Eso me dijiste en la nota, ahora
necesitamos profundizar en el tema para saber dónde buscarla y detener esta
locura de asesinatos. El ADN de la mujer no está en la base de datos, no
sabemos quién es y hay que encontrarla lo antes posible. Tu informe es muy
bueno y nos ha ahorrado mucho tiempo y trabajo, pero necesitamos más detalles
del perfil o un nuevo punto de vista.
—Has tocado mi punto débil, estudiar
la conducta de un asesino serial hasta asegurarme de ver como lo atrapan...
—¿Te pido un favor? Átate el pelo.
Esta vez no trabajarás dentro de una celda.
—¿Por qué no?
—Porque no. Además, ya nadie podrá
quejarse de tu apestoso olor.
—Ok, sin olor, pero el pelo no me lo
ato, no soy policía ni empleado de tu Buró.
—¿Esta vez quieres cobrar en dinero?
—No, Del Corral, sabes que no necesito
dinero, cobraré en comida caliente, bebida… mucho café del bueno y bien
preparado.
—Con el dinero podrías comprarte todas
esas cosas y más.
—Amigo ¿realmente piensas que no tengo
dinero? Vivo así porque no quiero vivir de otra manera.
—Eres una caja de sorpresas, jamás
podría haber pensado que tuvieras dinero y no lo usaras para lo mínimo indispensable.
—El dinero paga lo que el mismo dinero
te obliga a generar, impuestos, matrículas, rentas… servicios que ya no uso. Todo te lo quitan de
la cuenta sin mover un dedo, y como la cuenta se mueve, no me dan por muerto.
—¿Llevas cinco años fuera del
sistema y el sistema todavía no se entera?
—Se darán por enterados cuando
se acabe la plata de las cuentas y no tengan de donde cobrarse todas esas cosas
que ni necesito.
—¿De mendigo a millonario?
—De mendigo a “pobre tipo”, no soy
ni fui rico, era nada más que un empleado bien pagado por el Estado.
Del Corral ayudó a Marcial a
bajar del auto.
—Si no fuera que estoy seguro
de que este es el mejor lugar a dónde puedes ir, te diría que no estás en
condiciones de venir a trabajar.
Entraron a la delegación
caminando lento; Marcial todavía estaba muy débil. Muchos lo reconocieron por
el pelo, la barba larga y los ojos claros, pero en nada más se parecía al
vagabundo que permanecía en las celdas. No tenía puesto su tapado roto, pero sí
los borcegos y la chaqueta de abrigo que le habían regalado los oficiales; el
viejo y rústico pantalón había sido cambiado por un simple jean.
—Marcial, pero si pareces otro,
hasta el pelo y la barba se te ven mejor ahora que están limpios —le dijo el
sargento—
—Todo es para que no huyan ni
me echen por el olor —bromeó con el sargento que siempre lo había despreciado
cuando se acercaba—
—Hay un escritorio para ti
preparado en aquel rincón, no es muy grande, pero tiene pizarrón —le dijo Del
Corral caminando a su lado—
Marcial abrió la caja, sacó los
cuatro expedientes, dejó la caja en el suelo e inició su trabajo desarmando y
mezclando cada uno de los casos. Alguien le dejó un café con leche y un plato
con medias lunas. Volvió a analizar en su cabeza a la mujer asesina y luego
leyó cada hoja en detalle.
Al mediodía llegó la comida para
todo el personal, Del Corral le entregó a Marcial los cubiertos en la mano.
—Esta vez, come con cubiertos —le
sugirió en tono imperativo—
—No te preocupes, me comportaré
como un tipo socialmente correcto. ¿En serio lentejas, carne panceta, calabaza?
¡¿Bananas con leche!? Me vas a convertir en una proteína andante —criticó a Del
Campo sin evitar sonreír—
Ni bien todos terminaron de
almorzar y, cargando un café en sus manos, Marcial los reunió frente al
pizarrón.
—Debo suponer que luego de
estudiar los casos de esta asesina, habrán leído también mi primer informe.
—Saber cómo piensa y que tan
loca puede estar, no nos acerca a ella —comentó uno de los oficiales más
jóvenes—
—Muchacho, te voy a dar una
mano en eso. La victimología y la motivación es la misma que las anteriores, esta
víctima es una cajera de supermercado de muy mal genio por lo que, de algún
modo, la asesina pudo sentirse agredida… Así es como nuestra asesina elige su
próxima víctima y la asecha, la sigue hasta descubrir en dónde vive, sus
horarios… hay premeditación. Luego que descarga su furia desmedida, siente
culpa. Su personalidad se desdobla. No se lleva trofeo… es novata y no vive
sola, debe tener una familia constituida. …Ajusté el perfil con el único fin de
encontrarla. ¿Quién es ella? ¿Cómo identificarla? ¿Dónde buscarla?
“Buscan
a una mujer blanca de entre 30 y 40 años, tiene una familia bien constituida,
cualquiera en su barrio podría reconocerla debido a sus estallidos de rabia por
cualquier tontería, pero que inmediatamente se calma. Debe usar peluca, pues
padece tricotilomanía y en su cabeza al natural aparecerán grandes lamparones
sin pelo. Seguramente ha tenido un grave accidente, lo más probable es que haya
salido en las noticias; debió estar internada por varios meses en algún área
psiquiátrica o de rehabilitación neuropsiquiátrica, adquirió costumbres de orden,
los cuales se obligan en esos sitios.” —continuó diciendo— —Respecto a
lo que dijo el joven oficial, cualquiera sabe que un perfil de conducta
criminal no es aceptado como prueba, incluso, la mayoría de las delegaciones
federales, como esta, carecen de especialistas. Yo les procuro de una guía para
que tengan una idea de hacia dónde dirigir sus investigaciones cuando se carece
de pruebas materiales. Sugiero, a los jóvenes agentes, aprender a analizar los
perfiles y sacarle provecho a esa información, por ejemplo:
1-
Buscar
listados de pago con tarjeta en cada negocio donde trabajaban las víctimas para
cruzar la información y determinar coincidencias.
2-
En la
peluquería donde trabajaba una de las víctimas, preguntar por la mujer que les compra
pelucas para cubrir su falta de cabello.
3-
Repreguntar
a los testigos, pero esta vez indaguen si vieron un auto con una mujer
merodeando la casa de las víctimas.
4-
En
instituciones mentales o neuropsiquiátricos, consultar por altas médicas de
hace tres o cuatro meses atrás, también si alguna coincide con un post
traumatismo de lóbulo frontal.
5-
Revisar
accidentes graves de hace más de un año dónde haya estado involucrada una
mujer.
Tengan en cuenta que ella es nueva en esto,
ni siquiera sabe eliminar pruebas, pero tampoco sabremos cómo reaccionará al
ser acorralada. La mujer es muy inestable. Les advertiré, para que tengan en
cuenta, que cualquier asesino serial inicia de forma torpe, pero si se le da
tiempo y no se lo captura, se perfeccionará. Eso es todo, gracias por su
atención y suerte en la cacería.
—Gracias Marcial, la verdad es que
eres muy didáctico y detallista —reconoció Del Corral— ¡Oficiales, divídanse
las tareas y regresen con resultados!
Mientras los oficiales hablaban entre
ellos y organizaban su trabajo, Marcial acomodaba los expedientes dentro de la
caja que pertenecía al serial.
—¿Qué piensas hacer ahora? —le
preguntó Del Corral—
—Pasaré a ver a Sor Celeste para que
me regrese mi ropa, no será muy buena, pero es abrigada y, sobre todo, es mía —respondió
sonriendo—
—¿Y luego? Te pregunto porque aún
queda una semana de frío. El tiempo está muy loco, si hasta parece mentira que
aquí haga tanto frío… peor aún a 3000 mts de altura ¿verdad Marcial?
—Entiendo… no quieres que suba a mi
choza, porque ahora que me aprecias y que has llegado a apreciar mi trabajo, no
te sientes bien contigo mismo dejándome “a la deriva”. Amigo, no estoy a la
deriva, sé lo que busco y dónde buscarlo, se lo que quiero y también lo que
necesito. Colaboraré contigo siempre y cuando no te metas en mi vida personal.
Te agradezco el movimiento que realizaste para rescatarme, pero debes saber
que, en realidad, yo no quería ser rescatado. Pero bueno… ya que estoy con
vida, seguiré con el trabajo que me he propuesto y, para eso, debo ser un “don
nadie”.
—¿Encubierto?
—Busco a alguien que me conoce muy
bien, pero que jamás miraría a un indigente de frente. De él, solamente tengo
un mal dibujo de un retrato hablado, pero estoy seguro que actuó y actuará nuevamente
en el DF, tal vez ya lo haya hecho en otras localidades, pero no cuento con
esos datos.
—Esta noche, puedo dejar abierta mi
oficina con la clave de mi computadora puesta… suelo ser algo descuidado… por
cierto… ¿Quieres pasar la noche en una celda, o en mi oficina, o en tu choza?
—Creo que descansaré calentito en tu
oficina. ¿Qué me pedirás a cambio?
—Quiero intervenir, o al menos
esperaría de ti ese buen gesto… si puede suceder en el D.F. será mejor que yo
también esté preparado.
—Mira, Del Corral, por el momento no
se trata de lo que sucederá, sino de lo que ya ha sucedido sin que nadie se diera
cuenta de relacionarlo. Permíteme armarlo y cuando lo tenga lo compartiré
contigo. Ahora iré a ver a Sor Celeste.
—Estaré aquí cuando regreses, de otro
modo no te permitirán entrar a mi oficina.
—Regresaré luego de la sopa caliente —respondió
sonriendo—
Marcial bajó lentamente las escaleras,
pese al exceso de nutrientes que había consumido ese día, aún se sentía muy
débil, los botines le pesaban y las calles le parecían más largas.
Sor Celeste lo recibió con una sonrisa
al verlo en la fila de comida con un plato en la mano.
sábado, 15 de febrero de 2020
El Indigente Capitulo 1 Episodio 2
La joven religiosa, Sor Celeste,
dio vuelta a la mesa para saludar a Marcial sosteniéndole ambas manos entre las
suyas.
—Estimado amigo ¿cómo le
agradezco que haya conseguido que la policía se interese en nuestra gente
desaparecida?
—No fue nada especial, surgió
de pura casualidad.
—Dios pone las casualidades
frente a los hombres, pero los hombres deciden que hacen con ellas. Hoy estamos
sirviendo guiso de arroz con pollo que nos donó una avícola, esto los va a
ayudar a pasar un poco mejor el frío.
—Veo que puso el listado en la
pared.
—También hice copias y con la
gente de la congregación los pegamos en los distintos lugares dónde ustedes se
reúnen, eso no solamente ayudará a buscarlos, sino también a que estén atentos
y prevenidos.
—Luego de comer voy a intentar
subir a mi choza.
—Será de noche, no verás ni donde
caminas, además hay mucha neblina… ¿por qué no vas a un albergue?
—Están todos llenos y yo tengo
mi choza, es mi lugar en el mundo.
—Está bien, Marcial, tú sabes
cómo cuidarte, pero llévate esta bolsa de dormir que recibimos hoy por una
donación.
—Gracias hermana, este es el
mejor regalo que he recibido en años.
Pese al hielo endurecido y a la
nieve acumulada en el trayecto por la ladera de la montaña, Marcial entró a su
choza con su bolsa de dormir y una botella de kerosene. Prendió su lámpara e
hizo un recorrido visual por los recortes que tenía pegados a lo largo y ancho
de las paredes de madera. Pinchó los nuevos trozos de papel, cada uno en el
espacio de crímenes similares. Volteó la mirada a la pared que registraba su
caso más importante, el único que lo había derribado y el único que lo puso
nuevamente de pie; estaba dispuesto a encontrar al asesino y ejecutar su propia
justicia. Tenía envuelto en plástico una copia completa de cada expediente de
los homicidios perpetrados por el asesino serial de adolescentes.
Le faltaba espacio, todo se
humedecía cuando se filtraba el agua, no tenía más plásticos para cubrir sus
investigaciones. Se sentó sobre la bolsa de dormir mirando detenidamente cada
uno de los recortes; de tanto leerlos, recordaba perfectamente qué decía cada
uno.
Se puso de pie rápidamente al
darse cuenta que había recortes que debieran ir juntos por las similitudes en sus
muertes. Tres mujeres acuchilladas en tres grandes ciudades lindantes, noticias
en tres diarios diferentes de cada ciudad, pertenecían a delegaciones
diferentes, tres investigadores diferentes, tres forenses diferentes, tres
sospechosos diferentes… ¿Sería posible que no las hubieran relacionado? Esa
noche durmió unas pocas horas, sentía la urgente necesidad de volver a bajar.
Cuando el sol asomó por fin, acomodó
sus cosas, las cubrió con los nylon rotos, procuró abrigarse más de lo
habitual, guardó en su bolsillo los tres recortes y bajó lentamente por la
ladera.
El hielo congelaba sus pies, el
frío atravesaba su ropa, a esa altura estaba seguro que llegaría a la ciudad
con hipotermia. Con su último esfuerzo alcanzó a llegar al edificio de la
Federal, pero cayó al piso en el hall de entrada. Uno de los oficiales lo
reconoció por sus andrajos. Entre dos de ellos lo arrastraron al lado de un
calefactor y llamaron a Inspector Del Corral.
—¡Marcial! ¿Qué hace acá? Se lo
ve muy enfermo. Lo ayudaré a sentarte en la silla.
—Este es el primer lugar que
hay al bajar de mi montaña —respondió tiritando—
—¿Quiere que lo lleve al
hospital?
—Es hipotermia, se pasará con
calor y movimiento de los miembros.
—¿Cómo se le ocurrió salir con
este clima? ¡Mire sus zapatos! Es como si hubiera caminado descalzo.
—Me pondré bien con un poco de
calor —le contestó frotándose las manos cerca del calefactor y golpeando
levemente el piso con sus pies—
—Subirá conmigo y se recostará
en una celda. Le conseguiré ropa de abrigo y un par de borcegos.
Una vez en la celda templada,
Marcial se quedó profundamente dormido. Cuando le quitaron el tapado húmedo
encontraron los tres recortes de diario. Del Corral los miró atentamente y
luego los dejó sobre la litera. Una hora más tarde, el jefe lo vio dormir y
dejó en el suelo un par de borcegos, medias de abrigo, guantes y un chaleco
impermeable, todo era usado, pero fue el mismo personal de la agencia quien se
lo había donado.
Cuando Marcial despertó, Sor
Celeste se encontraba sentada a su lado.
—Mi vagabundo favorito… vine a
ver al Inspector, pero ¡tremenda sorpresa me llevé cuando me dijo que estabas
aquí y que habías llegado casi muerto de frío!
—Hay momentos que mi cabeza
perturbada no se pone de acuerdo con la razón.
—¿Qué te impulsó a bajar con
este clima?
—Un asesino serial, eso es lo
único que enciende mi motor. Te debo parecer un loco.
—No, para nada, Del Corral me
comentó que los habías ayudado con un caso que tienen pendiente.
—¿Pasó algo? ¿Por qué estás
aquí?
—No, nada pasó, vine a ver si
podía ayudar con mis desaparecidos. ¿Qué harás ahora?
—Le preguntaré algo a Del
Corral y subiré nuevamente a mi choza… con esta helada que no cesa, no hay otro
sitio donde ir.
Del Corral entraba a la celda en ese
momento.
—¿Escuché bien? ¡Tú no subirás esa
montaña! no estás en condiciones de hacerlo. ¡Si casi mueres esta mañana!
Pasarás el día ahí adentro, estarás más caliente y tendrás comida gratis, así como
cualquier otro preso. Si no te resistieras tanto a bañarte, seguramente
tendrías más oportunidades de ser invitado a un lugar mejor.
—Acá estaré bien por hoy. Le quería
preguntar algo.
—¿Está relacionado con esos tres
artículos de diario que tenías mojados en tu bolsillo?
—¿Los miró? ¿Vio lo mismo que yo? ¿Se
dio cuenta? —preguntaba ansioso—
—¿Qué viste, Marcial?
—En realidad, todavía nada, pero si consigue
que le envíen copias de los tres expedientes de esas mujeres, es posible que
encuentre un asesino serial y no tres casos diferentes.
—Las tres fueron acuchilladas.
¿Y?
—Acuchilladas repetidas veces
en el pecho. Ira, brutalidad, ensañamiento en todas ellas, son homicidios
personales, no al azar.
—Me confundes, las víctimas no parecen
estar ligadas entre sí.
—Puede que quien las ligue sea,
justamente, el asesino.
—Nadie de afuera ha pedido
nuestra opinión, los casos los tomamos por transferencia, debieran estar fuera
de jurisdicción unos de otros, pero pertenecen a la misma provincia… Así que igual
pediré como favor esos escaneos, pero nosotros no tenemos tiempo ni
autorización para tomar casos que no nos pertenecen, tendrás que verlos por tu
cuenta.
—Bueno, por las dudas quedará
un informe del análisis y perfilado en borrador hasta que el asesino mate a más
mujeres —respondió algo contrariado—
—Uno puede correr, reptar, volar,
hundirse, pero siempre termina siendo quien es. Eso pasa contigo, no puedes
evitar ser quien eres. Te conseguiré lo que pides y podrás trabajar dentro de
esta celda.
—¿Me puedo quedar un momento
más con él? —preguntó Sor Celeste—
—No me atrevería a echarla,
hermanita —le respondió sonriendo Del Corral—
—Marcial, usted es una buena
persona, siempre piensa en el prójimo.
—No me conoce hermana, ese
prójimo es para mí sólo un instrumento; analizo sus muertes para descubrir
mentes asesinas.
—Te ocultas tras ese caparazón
de mugre, debes estar sufriendo demasiado como para que hayas decidido aislarte
del mundo y preferir morir antes que regresar a la civilización.
—Usted se oculta tras ese
hábito blanco. ¿Un cordón con tres nudos? Son los que la obligan a recordar sus votos de pobreza, castidad y
obediencia. Hermana Celeste, usted es una joven que le teme a la vida y
espera que un Dios no visible la proteja. ¿Sigo? Es bella, delicada, educada, pero
disimula su cuerpo con ese atuendo holgado y a su cintura… dejando suelto el
cordón. Esconde su pelo, que, por el color de sus cejas, ha de ser muy rubio.
Usted se esconde, tal vez más que yo. Lo suyo es temor a la vida, posiblemente
tenga un componente de culpa compensándolo todo con amor al prójimo para no
sentir que desaparece… Lo mío… es el odio encarnecido cubierto de mugre.
—¡¿Intenta adivinarme?!
¿Inquietarme, insultarme? —le preguntó muy enojada poniéndose de pie
repentinamente—
—No la adivino, la “perfilo”
por costumbre. Usted sirve platos de comida caliente, yo perfilo asesinos
seriales. No se enoje, hermana. Use lo bueno de mí y descarte lo malo. No la
juzgo ni me afectan sus sentimientos, tampoco me interesa saber de qué se
esconde, qué hizo ni a qué le teme. Siento respeto por usted, y su compañía
serena mis demonios, pero si prefiere alejarse de mí, la comprenderé.
—Usted “perfila” pero yo soy
muy observadora y curiosa. Estuve averiguando cosas… No sé qué fue lo que le
pasó, pero sí me enteré que usted no es pobre, tiene a su papá que es un
profesional exitoso y que vive en Veracruz en una casa bien elegante, también
sé que dejó un excelente trabajo en Estados Unidos. Usted salió corriendo de su
vida a esconderse en la montaña, no porque estuviera solo en el mundo, ni
porque no tuviera dónde caerse muerto.
—¿Alguna vez me vio mendigando
dinero? Hace cinco años que no necesito nada más que un abrigo y un plato de
sopa caliente para sobrevivir.
—Pero usted es doctor, podría
trabajar en muchos lugares, incluso persiguiendo asesinos seriales… que parece
ser lo único que le interesa —alegó bajando la cabeza con gesto compasivo—
—No soy médico, mejor dicho, no
de los médicos comunes, era psiquiatra y no necesito de su lástima.
—Es psiquiatra. Vuelva al
ruedo, vuelva a vivir haciendo lo que quiere hacer sin depender de una celda
donde abrigarse o mendigando una investigación que parece no importarle a
nadie.
—Tampoco le importaban a nadie
los indigentes desaparecidos… entre una monja y un roñoso logramos que alguien
los busque. Hermana Celeste, respecto a mi padre… usted le presta demasiada
atención al dinero y las propiedades, esas son puras envolturas. Tenga en
cuenta que yo estoy donde debo estar y del modo que prefiero.
—También veo en usted a un
hombre tan dolido por dentro que ha provocado grandes surcos negros rodeando
sus ojos verdes… o miel clara… no se bien, pero llaman la atención aún bajo la
mugre. Los surcos no son por su edad… tendrá, apenas unos cuarenta ¿verdad?
—El peso de mi vida dice otra cosa…
la edad es irrelevante, no estamos uno frente al otro para coquetearnos.
—¿Su padre? ¿qué me dice de su padre?
—Qué hace muchas vidas que no
lo conozco.
—¿Su trabajo en EEUU?
—Quedé fuera en el caso más
importante de mi vida, perdí el interés y me fui.
—¿Quiere hablar de eso?
—En absoluto. ¿Usted quiere
hablar de su culpa y del temor que la persigue?
—En absoluto.
—Entonces ya no hay nada que
cuestionarnos, tenemos todo claro, podemos seguir viviendo nuestras vidas sin
pensar en el otro.
Luego que Sor Celeste se fuera,
Marcial se puso las medias y los borcegos, miró satisfecho sus pies abrigados. Sobre
la litera, acomodó los guantes arriba del chaleco y volvió a mirar los recortes
de diarios. Del Corral entró a la celda y tiró sobre una litera tres grupos de
hojas abrochadas.
—Aquí tiene los tres casos para
entretenerse —le dijo retirándose con evidente apuro—
Marcial separó las fotos de las
víctimas en el piso, al lado de cada una colocó primero las fotografías de las
escenas de los crímenes, luego el informe policial, encima el reporte forense y
por último los informes, aun incompletos, de los investigadores con cada uno de
los detalles de los interrogatorios y los sospechosos que no pudieron detener
por falta de pruebas reales. Todo era circunstancial.
Marcial volvía a conectarse y
organizaba mentalmente sus ideas en un soliloquio.
ꟷLa
primera mujer asesinada fue hace dos meses, la victimas era mesera, la segunda
estilista y la tercera empleada de una tienda de ropa femenina... Ninguna de
ellas estaba conectada entre sí, pero todas podían haber coincidido con alguna
mujer… ¿por qué la brutalidad y ensañamiento? ¿qué provocó su ira desmedida? Elige
sus víctimas con premeditación… ¡Los tres cuerpos fueron arrastrados! movidos
del lugar del crimen. Arrastrados… el asesino era débil, o pequeño…no era lo
suficientemente fuerte como para cargarlas, un punto para suponer que se
trataría de una asesina y no de un hombre… ¿Un trofeo? ¿Cuál sería su
trofeo?... no lo identifico. ¿Todas habían puesto a lavar ropa? No, no… era la misma
ropa que tenían puesta al ser asesinadas, pero estaban limpias, al igual que sus
cuerpos. ¡¿Hallaron pelos arrancados de raíz en todas las escenas?! ¿Por qué no
dice nada el informe forense sobre su resultado? Deben estarlo procesando… ¿Será
un caso de tricotilomanía? ¡No sabe cómo eliminar pruebas! Se trata de una
asesina novata… ¿Qué detonó su compulsión?
¿Qué dijeron los conocidos sobre las víctimas? ¡Ajá!... Todas ellas eran
mujeres de carácter, directas, más bien agresivas… cualquiera de ellas podría
haber hecho enojar a otra de dócil apariencia.
Marcial salió de la celda con las tres
fotos en la mano, ninguno quería acercarse a él, pero el sargento que lo
conoció el primer día fue a preguntarle que necesitaba.
—¿Del Corral?
—Ahora no está.
—Cuando regrese ¿le podría decir que
yo necesitaría hablar con él?
—¿Qué tiene en su mano?
—Unas copias que él me consiguió para
que me entretenga, no es ningún caso federal… aun. ¿Me prestaría un bolígrafo y
un par de hojas?
—Tome y váyase, salga de aquí que deja
su olor pestilente en la oficina, yo le diré al jefe que lo vea cuando regrese.
Marcial regresó a la celda con las
tres fotos, las hojas y el bolígrafo. Una vez en la celda se sentó en el suelo
frente a las tres pilas de papeles colocando sobre ellas las fotos de cada una
de las víctimas. Se puso a escribir.
Jefe
Inspector Del Corral, luego de revisar los expedientes, este es un informe
general del perfil serial:
Los tres casos están separados en tres
departamentos diferentes, por eso aún no se dieron cuenta de que se trata de
una misma asesina. El nexo entre las víctimas puede ser su carácter impulsivo,
directas y agresivas. Elije sus víctimas con premeditación. Es una mujer de
entre 30 y 40 años. Obsesiva, con ataques de ira. Padece tricotilomanía.
Posibles problemas mentales, su desdoblamiento, tal vez, se deba a un fuerte
golpe en lóbulo frontal. Debe haber estado internada hasta hace dos o tres
meses atrás en una institución mental o de recuperación especial, de costumbres
estrictas porque acomoda, lava y limpia luego de matar. Seguramente siente
remordimiento. Atentamente, Marcial.
Marcial dejó apilados prolijamente
sobre la litera los tres expedientes con el informe sobre ellos.
Había entrado la noche cuando Marcial
salió de la celda y caminó directamente hacia la zona donde acostumbraba a
reunirse con los indigentes alrededor del tambor con fuego.
—Pensamos que te quedarías a
vivir en la celda. ¿Es cierto que casi te mueres de frío?
—Cierto. Fui bastante torpe.
—Se ve que alguien quiere
cuidarte, esos zapatos son bien abrigados, además podrás subir y bajar de la
montaña sin problemas, parecen ser “todoterreno”.
—Son botines viejos de la
policía, pero para mí son como nuevos.
—¿Te echaron? ¿o te viniste de
puro corajudo?
—Quiero sopa de la religiosa,
es algo así como agua bendita.
El grupo se echó a reír; con eso
se rompió el silencio que caracterizaba a la mayoría de ellos.
—¿Vieron que desapareció el
muchachito que solía pasar las noches recorriendo tambores? Me parece que
estaba más mal de la cabeza que nosotros —comentó uno del grupo—
—¿Desde cuándo? ¿Cómo saben que
desapareció? —preguntó Marcial—
—Porque todo el mundo pregunta
por él y nadie sabe nada… nosotros, como tu has dicho, no aparecemos en las
noticias, pero corremos la voz.
—Cuando vayamos al comedor
debiéramos contárselo a Sor Celeste —dijo otro de ellos mientras se metía hojas
de diarios entre la ropa—
—Ella se va a dar cuenta, el
chico es el primero de la fila todos los días desde que apareció entre
nosotros.
—No sé qué tanto podrá hacer la
policía al respecto, no pueden identificar a las posibles víctimas, no hay
fotos de ellos, ni se sabe sus nombres completos, nadie los ha reportados como
desaparecidos y si fuera así, ¿cómo asociarlos con ellos? La policía necesita
de ese tipo de datos para trabajar —les aseguró Marcial—
—¿Tú crees que los
encontraremos vivos?
—No, no creo.
—¿Qué hacemos?
—Prevenir… no andar solos, muévanse
de a dos, como mínimo…
Mientras hacían la fila para el
plato de comida caliente, Sor Celeste comentaba muy apenada respecto al
jovencito desaparecido. Relataba anécdotas sobre él. A Marcial le llamó la
atención la referencia que ella hizo respecto a que estaba siempre hambriento,
que comía primero y esperaba para ver si sobraba algo en la hoya.
—¿Su mayor interés era comer? —indagó
Marcial—
—Sí, en realidad todos tienen
hambre, pero él tenía más que el resto. La mayoría de ustedes come de los
contenedores de basura, creo él también lo hacía, pero nada le alcanzaba.
—¿Qué recuerdas del resto de los
desaparecidos? ¿Crees que cuando termines aquí podrías contarme un poco más de
ellos? —interrumpió Marcial—
—Me parece bien Marcial, tal vez eso
ayude.
—Charlar no los va a hacer aparecer. ¡Hay
que salir buscarlos! —gritó uno de la fila—
—Buscarlos no ha dado resultado,
Marcial tiene otros métodos que pueden ser útiles.
—¿Marcial es adivino?
—Algo así ¿no es cierto Marcial? —comentó
Sor Celeste riendo de buena gana—
Luego de que todos comieran, Sor Celeste
cerró la puerta y se sentó junto a Marcial en el área de cocinas mientras las
otras señoras limpiaban la vajilla. Ella le habló sobre lo que sabía de cada
uno de los desaparecidos, Marcial parecía registrar mentalmente todo lo que ella
le decía.
—Hermanita, hay dos cosas que todos
tienen en común, buscan alimento y abrigo. ¿Has visto en esta zona alguna
camioneta de Servicios Sociales o de alguna organización caritativa?
—No que recuerde, la verdad es que no
he prestado atención a ello. ¿Por qué?
—Todos nosotros somos muy desconfiados
e independientes ¿a quien se acercaría un indigente?
—A otro indigente.
—También a algún vehículo con ploteo
de caridad social que les ofrezca de regalo comida o abrigo. Veamos ¿de dónde
salieron las bolsas de dormir?
—Una mujer se apareció con una docena,
se quedó un buen rato, supongo que para ver las caras de alegría de los que las
recibieron, incluso esa mujer estaba cuando te di la tuya.
—No la vi.
—Es que no era muy llamativa. Tendría
unos cuarenta años, mas o menos y se vestía muy simple.
—¿Le diste una bolsa de dormir al
chico?
—¿Sabes? Creo que sí… sí, le di una,
recuerdo que fue la primera vez que esbozó una sonrisa.
—¿Ella andaba en algún vehículo? ¿Te
dijo si venía de alguna fundación, organización o algo así?
—No miré afuera y tampoco recuerdo que
me haya dicho nada de una fundación.
—Celeste… eres menos curiosa de lo que
me quisiste hacer creer y eres la peor testigo que haya conocido —le recriminó
enojado—
—¡Lo único que me falta! El señorito
cree que estoy acá para hacer sociales ¡estoy ocupada todo el tiempo! Hay veces
que ni levanto la cabeza.
—Disculpa, tienes razón, pero más que
sumar información, la has restado —le comentó sonriendo—
—¡Cuídate! esta es la primera vez que
te veo sonreír, no vaya a ser cosa que te desaparezcas como el chico.
—¿Quién me va a querer a mí?
—Los mismos que quisieron a los otros.
Te vi muy seguro apuntando tus preguntas hacia no sé dónde ¿crees que los
atraen con comida y se los cargan a una camioneta? ¿Para qué harían eso?
—Es una posibilidad, pero solamente
son conjeturas. ¿Me darías esa caja y el nylon que tiene dentro?
—Por supuesto, el nylon es bien grande
¿quieres más cajas?
—No, gracias, no tengo tanto espacio
en mi choza.
—¿Subirás esta noche?
—Sí, pero no te preocupes que estoy
bien abrigado para el frío y la nieve, hasta guantes tengo.
Marcial llegó a su choza, quitó los
recortes de casos resueltos y los que carecían de interés para él y los metió
en la caja. La pared de madera había quedado bastante desocupada. Pegó en ella
las imágenes de los jóvenes asesinados en La Florida, inclusive la de su hijo.
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